Hermosa
y elegante, la princesa sonreía a los invitados con su vestido
blanco de novia. Cuando salía caminando desde el
altar de la Iglesia, erguida y orgullosa del brazo de su príncipe, todos la miraban.
Pero al encenderse las luces de la Iglesia, se diluyó junto con las penumbras el pequeño ensueño romántico de esa mujer ajada y triste. Debía efectuar la limpieza del piso, porque comenzaba para ella un nuevo día de trabajo.
Pero al encenderse las luces de la Iglesia, se diluyó junto con las penumbras el pequeño ensueño romántico de esa mujer ajada y triste. Debía efectuar la limpieza del piso, porque comenzaba para ella un nuevo día de trabajo.
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