Mi abuelo fue un joven
inmigrante griego en la Argentina de mediados del siglo pasado, que
trazaron una nueva biografía lejos de los suyos. Fue en el momento
del arribo, al pisar tierra firme, donde para él comenzó a
escribirse otra historia. Al cobijo de la añoranza por lo que
quedaba atrás, sintió la necesidad de seguir adelante, de
endurecerse y trabajar con ahínco.
Pero
su mente siempre estaba sumida en la legendaria y noble Grecia de sus
amores, con sus tradiciones, leyendas, canciones o poemas. Cuando yo
era pequeño, mi abuelo me contaba que al
morir la joven hija del arquitecto griego Calímaco unos 400 años
antes de Cristo, colocó sobre su tumba un canastillo de flores
encima de un pequeño brote de esa planta y en a la primavera
siguiente, al pasar por el sepulcro, quedó maravillado al ver esa
planta
florida, que estaba enroscada en la cesta, como si fuera una ofrenda
a la tumba de la doncella.
Esa
armonía y belleza del conjunto, lo habían inspirado para crear el
capitel de la columna corintia, en forma
de un cestillo de cuyo interior brotan unas hojas de acanto y por
ello,
la flor del acanto es el emblema de las Bellas Artes.,
Ese
amor por las tradiciones griegas, lo acompañaron hasta el final de
sus días, envolviéndole el alma. Y
hoy, vivo en su casa que construyó en Buenos Aires, sotenidas por
columnas corintias y rodeada de flores de plantas de acanto.
Finalista
VI Concurso de cuentos breves. Ua flor para ti.
Incluido en el libro Anatomías.
Creatividad Literaria. España.
Junio 2021.