Al
norte de la localidad sanjuanina de Calingasta en la Argentina, en un
valle cerca de la Cordillera de los Andes, se encuentra el cerro El
Alcázar y afirman que tomó ese nombre porque las
formas de esa montaña recuerdan al famoso castillo medieval de
Sevilla en España. Ese castillo a la luz del sol cobra vida durante
el día por la variación de sus colores, y por las noches por el
bramar del viento, según una hermosa leyenda de amor que cuentan los
pobladores de la zona.
El cacique Huazihul era un valiente y respetado guerrero de las huestes Huarpes, que fueron los habitantes originarios de esas tierras. Dicen que Huazihul construyó piedra sobre piedra ese castillo destinado a su blanca mujer. Por las mañanas en esa mansión eran blancos los pisos y blancas las paredes y en ella se fue a vivir la castellana Pilar de Ulloa que se enamoró perdidamente de él. Un varón fuerte y altivo era el Huarpe y una mujer muy bella era la española, llena de cultura y de fe.
Pero para el capitán español Diego Salinas ese amor no podía ser y llevando consigo la muerte, empujada por el ángel malo Luzbel, fue a buscarlos hacia el cerro con un grupo de soldados, galopando en tropel. Envueltos en el amor, ellos trataron de impedir que el hispano entrara esa mañana en su blanco castillo, hasta que cercados por sus tropas, Pilar y el Huarpe protagonistas de ese romance prohibido, decidieron por la tarde arrojarse al vacío. Y aunque nadie los vio morir, las blancas paredes del castillo envueltas en la sangre de ellos, comenzaron a enrojecer.
Desde ese entonces, mágicamente las paredes y los pisos de aquel castillo, que son blancos por la mañana, se tiñen de rojo al atardecer. Y por las noches, el viento trae el bramido del alma enamorada de Huazihul, que anda rondando el cerro llamando a su amada.
El cacique Huazihul era un valiente y respetado guerrero de las huestes Huarpes, que fueron los habitantes originarios de esas tierras. Dicen que Huazihul construyó piedra sobre piedra ese castillo destinado a su blanca mujer. Por las mañanas en esa mansión eran blancos los pisos y blancas las paredes y en ella se fue a vivir la castellana Pilar de Ulloa que se enamoró perdidamente de él. Un varón fuerte y altivo era el Huarpe y una mujer muy bella era la española, llena de cultura y de fe.
Pero para el capitán español Diego Salinas ese amor no podía ser y llevando consigo la muerte, empujada por el ángel malo Luzbel, fue a buscarlos hacia el cerro con un grupo de soldados, galopando en tropel. Envueltos en el amor, ellos trataron de impedir que el hispano entrara esa mañana en su blanco castillo, hasta que cercados por sus tropas, Pilar y el Huarpe protagonistas de ese romance prohibido, decidieron por la tarde arrojarse al vacío. Y aunque nadie los vio morir, las blancas paredes del castillo envueltas en la sangre de ellos, comenzaron a enrojecer.
Desde ese entonces, mágicamente las paredes y los pisos de aquel castillo, que son blancos por la mañana, se tiñen de rojo al atardecer. Y por las noches, el viento trae el bramido del alma enamorada de Huazihul, que anda rondando el cerro llamando a su amada.
Seleccionado
Concurso de relatos de amor o desamor.
Incluido en el libro: Historias de amor o desamor.
Letras con Arte. España. Junio 2019.
Incluido en el libro: Historias de amor o desamor.
Letras con Arte. España. Junio 2019.