viernes, 19 de abril de 2019

Mambrú regresó para las Pascuas

Había una vez un guerrero inglés esbelto y elegante, llamado duque de Marlboroug, que en una tarde de Pascua se dirigía caminando resueltamente hacia un viejo e inmenso castillo medieval. Era nada menos que el famoso Mambrú, que cuando nadie lo esperaba volvía de la guerra. Había muerto en la batalla de Malplaquet en 1709 cuando se enfrentaron los ejércitos de Inglaterra y Francia durante la guerra de sucesión Española.
Iba por el sendero de la entrada principal, caminando solemnemente con sus botas lustradas, vestido con su uniforme militar azul oscuro, su sombrero, su espada y su chaqueta roja. Unos minutos después llegó frente a lo que había sido su hogar y se detuvo un instante a mirar los añosos árboles y ese sendero sinuoso cubierto de césped.
Luego de golpear con las manos un mayordomo salió a recibirlo en la puerta del castillo muy ceremonioso. Cuando le dijo que era Mambrú el hombre se sorprendió. 
¿Mambrú? –, repitió, mientras levantaba la vista. 
¿El de esa canción popular que cantan los niños? –, preguntó. 
Sí,... el que se fue a la guerra –, le contestó Mambrú. 
Pero esa guerra fue a principios del siglo dieciocho y usted había prometido en aquel entonces que volvería para las fiestas de Pascuas. Sin embargo, cuando todas esas festividades pasaron creyeron que no volvería más –, le dijo esto, recordando aquella famosa canción. 
Si,  es cierto, pero hoy en este día de Pascua he regresado –, le contestó sonriendo Mambrú.
De pronto apareció en la puerta una mujer muy hermosa vestida elegantemente que lo miró sorprendida. Al verla Mambrú quedó completamente embelezado y rápidamente se dirigió hacia ella muy emocionado, dispuesto a abrazarla y besarla. 
¿Eres realmente Mambrú? –, preguntó ella, mientras se apartaba sutilmente. 
Claro que soy Mambrú, he resucitado mágicamente de mi tumba secreta y he regresado en estas Pascuas para volverte a ver después de partir hacia aquella guerra.
- No sé si sabe que ya estamos en el siglo veintiuno y que yo soy sólo una descendiente de alguna mujer que seguramente ha conocido –, le contestó ella sonriendo y luego de una pausa lo invitó amablemente a pasar. 
Disculpe mi efusividad, pero al verla pensé que era mi esposa, porque tiene su misma figura –, le dijo Mambrú mientras ingresaba al castillo.
Luego de unos momentos, Mambrú se encontraba sentado en la mesa del gran salón de recepción. Se había sacado el sombrero y su gruesa chaqueta y se encontraba tomando el té con esa bella y joven mujer, acompañados con una deliciosa rosca de Pascua.
Ella se mostraba muy contenta por ese regreso, porque al sacarse el sombrero, Mambrú con su larga cabellera era más apuesto de lo que imaginaba. Hasta entonces sólo lo conocía por los dichos familiares sustentados en aquella vieja canción de niños. 
¿Qué pasará ahora que ha vuelto? Seguramente vendrán periodistas de todo el mundo a verlo –, le comentó ella sonriendo. 
¿Periodistas? ¿Es que todavía me recuerdan? –, preguntó Mambrú sorprendido.
– Claro Mambrú. Aún no ha desaparecido del conocimiento popular porque está retratado en esa hermosa y pegadiza canción infantil. Todos saben por aquel paje que trajo la noticia, que murió en aquella guerra y que lo llevó a enterrar con cuatro Oficiales y un cura Sacristán –, le dijo ella, rememorando la canción. 
Entonces tengo que partir rápidamente porque los reporteros de todo el mundo vendrán a acosarme muy pronto para las notas en los diarios, revistas, radios y especialmente la televisión. Querrán saber más y más y ellos siempre acosan a los personajes con sus preguntas –, le dijo Mambrú asustado. 
Querrán saber como se desarrolló la batalla, quien me mató, como resucité y donde está mi tumba. Preguntarán cual era la identidad de ese paje que le avisó a mi mujer y donde fue el entierro con los cuatro Oficiales y el cura Sacristán. Querrán sacar fotos y efectuar videos con los pajaritos cantando sobre mi tumba y que sé yo cuantas cosas más. 
Toda esa persecución periodística harían imposible en la actualidad mi vida privada, porque nunca me dejarían en paz –, concluyó. 
Pero... ¿tiene un lugar a dónde ir? –,  le preguntó ella muy intrigada. 
Regresaré nuevamente a mi tumba secreta –, y dicho esto se calzó la chaqueta roja que descansaba sobre un sillón y tomó su sombrero para retirarse. 
Tal vez, algún día resucite nuevamente y vuelva en un momento más oportuno, cuando realmente todo el mundo se hayan olvidado de mí –, le dijo Mambrú, besando dulcemente la mejilla de la mujer como despedida. 
Aquí seguramente habrá alguna otra mujer esperándolo –, le dijo ella abriéndole la puerta, mientras se le humedecían los ojos de pena por ese guerrero inglés resucitado que se iba de su vida tan poco tiempo después de haberlo conocido.
Y Mambrú se fue caminando por el mismo sendero sinuoso cubierto de césped, donde hace muchísimos años aquella otra mujer muy hermosa lo viera marcharse a la guerra y lo esperó para las Pascuas, pero nunca regresó.

 

Cumbres en penumbras

Luego del ascenso por un sendero escarpado, el viejo escritor ingresó en el cementerio inmerso en ese cerro. Había llegado jadeando y con una puntada en el pecho, tratando de reproducir en su memoria las historias relacionadas con su pasado, las que ahora estaban envueltas en la soledad de su vida.
Todo estaba igual, las flores sobre las lápidas y los cipreses entre las tumbas. Las imágenes de las bóvedas con sus ornamentaciones funerarias hoy le parecían más tristes y silenciosas que en aquellos viejos tiempos. Allí descansaban sus padres y la mujer a quien había amado, a la que abandonó en su juventud, buscando nuevos horizontes para su trabajo de escritor.
Luego de un tiempo de meditación, se dirigió en el cementerio por un camino apartado que daba al precipicio. Fue allí que se quedó ensimismado mirando en el ocaso la magnifica puesta de sol bajo el límpido cielo azul. Tras las cumbres, el sol brillaba como una burbuja rojiza y con su alma poética extasiada, vio como iba cayendo solitario entre las montañas en una lenta agonía.
Luego, ya con las cumbres en penumbras, pensó que para él, igual que aquel sol en el ocaso, también había llegado el instante de la caída final. Y entonces, entre esas sombras incipientes, sofocado y con esa puntada en el pecho cuya intensidad presajiaba el inminente infarto, avanzó decidido hacia el borde del precipicio. Iba a surcar el viento en un vuelo póstumo, para acompañar a sus seres queridos que descansaban en esas tumbas.

 












Finalista IV Concurso de Cuentos breves.
Tema: Surcando el viento.
Incluido en el libro:Hoja muerta.
Tu Concurso Literario. España. Abril 2019.

miércoles, 17 de abril de 2019

Recuerdo trunco

Luego de la separación, un pintor envuelto en el romanticismo decidió pintarla a ella de acuerdo a como la veía en su corazón. Cuando finalmente terminó el cuadro y lo colgó en el living de su casa, sintió que había logrado representarla tan fielmente, que le parecía como que ella se quedaría allí con él para siempre.
Pero casi no llegó a disfrutar de la contemplación del cuadro, porque al otro día, cuando él no estaba, ella volvió a retirar sus pertenencias y se lo llevó de recuerdo.












Finalista IV Concurso de micronarrativas.
Tema: Recordando aprendí.
Incluido en el libro: Mujer.
Concursos Literarios en Español. España. Abril 2019.

martes, 16 de abril de 2019

Me alienta una voz

En medio de la tormenta
si tropiezo y caigo al suelo,
para levantarme al vuelo
mi madre siempre me alienta.
Mi voluntad acrecienta
y cuando tengo una duda,
su voz nunca queda muda
para guiarme en el camino
que me lleva a mi destino,
disfrutando de su ayuda.





 




Mención del Jurado V Concurso de Poesías Décimas.
Tema: Homenaje a las mujeres. 
Incluido en el libro: Anoche.
Mundo Escritura. España. Abril 2019.

Madre

Se reconoce
a la mujer del mundo
en cada madre.

La madre es vida
y está demás decirlo
hay una sola.

La madre amada
lo será de por vida
y de por muerte.












Finalista V Concurso de Poesías Haikus.
Tema: Homenaje a las mujeres.
Incluido en el libro: Anoche.
Mundo Escritura. España. Abril 2019.

lunes, 15 de abril de 2019

El llanto de mi abuela

En mi niñez, un día vi mucha gente en la casa de mis abuelos y al preguntarle a la bruta de mi tía, me dijo como si tal cosa que había muerto mi abuelo y muy apenado me tragué las lágrimas, porque tuve vergüenza que ella me vea llorar. A la noche siguiente, para que la abuela no se sintiera sola, mi papá me mandó a dormir a su casa y esa noche me despertaron sus sollozos. Al darse cuenta, me acarició diciéndome que no me preocupe, y entonces fue cuando me desahogué, llorando con ella en silencio.

 







Finalista IV Concurso de Microrrelatos.
Tema: La mujer mueve el mundo.
Incluido en el libro: Mundo de mujer.
El Muro del Escritor. España. Abril 2019.

Jugador precavido

Está completamente convencido
que nació para ganar en el juego,
y su alma está llena de ansias y fuego
pero hoy siente a su espíritu cohibido.

Entonces piensa que aún no ha perdido
y que tiene que tomarse un sosiego,
por lo que para evitar todo apego
con sigilo del casino ha partido.

El astuto jugador desconfía
de esa noche que no fue placentera
y piensa regresar al otro día.

Una gran fortuna tal vez lo espera
la que envuelta en intuición y agonía
mañana podrá ser su compañera. 
 












Finalista V Certamen de Sonetos: Francisco de Quevedo.
Incluido en el libro: Haikus y Sonetos XXXIII.
Letras como Espada. España. Abril 2019.

Su amor es mi poesía

El frío de mi existencia
en su recuerdo se abriga,
y al llegar calor a mi alma
hace que mi pluma escriba.

Y un amoroso poema
en mi soledad se inspira,
llenándose de tibieza
la gelidez de mi vida.

Es que al volver al pasado
en esos cálidos versos,
encuentro su compañía.

Y al percibirla a mi lado,
las estrofas son mis besos
y su amor mi poesía.













Mención del Jurado V Certamen de Poesías. 
Tema: Mujeres Extraordinarias.
Incluido en el libro: Tu luz.
Letras como Espada. España. Abril 2019.

martes, 2 de abril de 2019

Almas patrióticas

En medio de la negra la noche 
envuelta en un viento helado, 
sus mentes estaban alertas.
Provistos de sus uniformes
con sus cascos y fusiles, 
tenían hambre y mucho frío.
Ellos lucharon por Malvinas
y muchos mártires murieron
en esa heroica epopeya.
Ahora sus almas patrióticas
por siempre viven allí
y nunca se han de olvidar.





Micropoesía de homenaje
recordando a los 649 mártires de Malvinas.