Era el ser dominante de todas las
especies, que volaba en el paraíso de un pequeño planeta verdoso
del universo, sintiendo los atributos del poder de su inteligencia.
Sin embargo, la realidad era que se encontraba solo y sin ninguna
compañía de su propia especie.
Cuando el día llegó a su fin, se posó en la rama de un árbol y se abrigó, acurrucándose entre sus plumas para dormir en la noche. Pero como sentía mucha tristeza en su corazón, no podía conciliar el sueño. Entonces, se incorporó y levantando la cabeza hacia las estrellas, apoyó firmemente las alas sobre el cuerpo en actitud quejosa e hinchando el plumaje de su cuello, alzó su pico y emitió un canto sublime hacia el cielo.
— Dios mío… Gracias por crearme en este paraíso a tu imagen y semejanza, pero sucede que estoy muy angustiado, porque me encuentro completamente solo y necesito una compañía que me brinde amor en esta vida. Por favor… ayúdame.
Por un instante escuchó el eco de su propio canto al que nadie respondió. De pronto, vibraron sus plumas y sintió un gran dolor. Era como si le hubieran extraído una costilla de su cuerpo. ¿Le concedería Dios lo que le había pedido, o acaso ese dolor era una utópica ilusión creada por su propia ansiedad?
En tanto, en el cielo el creador comenzó a moldear rápidamente una figura con barro, mientras con una sonrisa pensaba que le había pasado lo mismo con un tal Adán, que vivía en otro paraíso de un pequeño planeta azulado del universo.
Cuando el día llegó a su fin, se posó en la rama de un árbol y se abrigó, acurrucándose entre sus plumas para dormir en la noche. Pero como sentía mucha tristeza en su corazón, no podía conciliar el sueño. Entonces, se incorporó y levantando la cabeza hacia las estrellas, apoyó firmemente las alas sobre el cuerpo en actitud quejosa e hinchando el plumaje de su cuello, alzó su pico y emitió un canto sublime hacia el cielo.
— Dios mío… Gracias por crearme en este paraíso a tu imagen y semejanza, pero sucede que estoy muy angustiado, porque me encuentro completamente solo y necesito una compañía que me brinde amor en esta vida. Por favor… ayúdame.
Por un instante escuchó el eco de su propio canto al que nadie respondió. De pronto, vibraron sus plumas y sintió un gran dolor. Era como si le hubieran extraído una costilla de su cuerpo. ¿Le concedería Dios lo que le había pedido, o acaso ese dolor era una utópica ilusión creada por su propia ansiedad?
En tanto, en el cielo el creador comenzó a moldear rápidamente una figura con barro, mientras con una sonrisa pensaba que le había pasado lo mismo con un tal Adán, que vivía en otro paraíso de un pequeño planeta azulado del universo.
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