Todos
los días el niño debía atravesar un inmenso parque arbolado para
llegar al puesto donde colaboraba repartiendo diarios, a fin de
ayudar al sustento de su madre. En esa mañana lluviosa y fría de
otoño el parque estaba vacío y esa soledad teñida de gris, rodeaba
la tristeza de su vida.
Como
lo hacía habitualmente, se detuvo a mirar bajo una persistente
llovizna, la figura de una mujer con los brazos extendidos como
pidiendo ayuda al cielo, que estaba tallada en un enorme tronco de un
árbol seco, y que al niño le parecía que representaba la imagen de
su madre.
Pero
al reiniciar nuevamente su marcha, de repente cesó la lluvia, y al
apartarse las nubes, comenzó a asomar el sol por entre las pocas
hojas raídas y desgastadas que todavía pendían de los árboles.
Entonces detuvo sus pasos sorprendido, observando como comenzaban a
aparecer en el cielo los colores del arco iris.
Los
senderos serpenteados del parque que antes se habían mostrado
oscuros e intrincados, aparecían ahora como por un encanto
iluminados y majestuosos, mientras comenzaban a escucharse los
alegres cantos de los pájaros. Las numerosas hojas secas caídas en
el suelo se despertaban de su letargo y se cubrían de colores, en
tanto aquella figura de madera se impregnaba de belleza, al ser
iluminada por la luz del sol.
Y
en esos momentos de fascinación, era como si la vida del niño
también hubiese escapado milagrosamente de ese otoño gris, donde
había estado sumergido hacía solo unos instantes.
Publicado en el libro:Confinados.
Tu Concurso Literario. España. Mayo 2020.
Tu Concurso Literario. España. Mayo 2020.
Hermoso
ResponderEliminar