En
las penumbras del anochecer añoraba su niñez,
junto a algunas compañeras que reposaban muy felices a su lado. Sin
embargo ella ahora estaba triste, porque el mundo
había
comenzado a desdeñarla virtualmente,
programando sistemáticamente su olvido y así, año a año, su
presencia se había ido empañando lentamente.
En ese momento, advirtió en la oscuridad de la biblioteca que se abría la puerta y al filtrarse unos pequeños rayos de luz apareció él, bañado por un resplandor extraño. Era el caballero de triste figura, que con su porte desaliñado se acercó y la descubrió al comenzar a escudriñar ansioso el lugar. Estaba señalada en un cartel que indicaba la nacionalidad española de los libros de unos estantes.
Con la mirada señera, al verla sobresalir entre sus acompañantes con su hermoso moño, le sonrió cariñosamente. Entonces, cuando percibió como en un ensueño la halagüeña voz del hidalgo, toda su existencia se acuñó en el paraíso y la ciñó totalmente una sensación de placer que desde antaño no experimentaba, mientras su alma se adueñaba de la esperanza.
En ese momento, advirtió en la oscuridad de la biblioteca que se abría la puerta y al filtrarse unos pequeños rayos de luz apareció él, bañado por un resplandor extraño. Era el caballero de triste figura, que con su porte desaliñado se acercó y la descubrió al comenzar a escudriñar ansioso el lugar. Estaba señalada en un cartel que indicaba la nacionalidad española de los libros de unos estantes.
Con la mirada señera, al verla sobresalir entre sus acompañantes con su hermoso moño, le sonrió cariñosamente. Entonces, cuando percibió como en un ensueño la halagüeña voz del hidalgo, toda su existencia se acuñó en el paraíso y la ciñó totalmente una sensación de placer que desde antaño no experimentaba, mientras su alma se adueñaba de la esperanza.
— Querida
dulce eñe, no
temas, porque esta vez sí que venceremos a los molinos de viento. Tú
nunca desaparecerás porque eres la enseña de nuestro idioma
español. ¡Daremos batalla contra ese gigante globalizado!
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