jueves, 26 de diciembre de 2024

Sorpresa Navideña

El origen y las causas de aquella triste sorpresa navideña se remontan a una vieja estación ferroviaria de Buenos Aires. Como era el día que celebrábamos la nochebuena con mi familia, compré el regalo navideño en un negocio de la zona. Ya era casi el mediodía y esperaba la llegada del tren con mi bolsa plástica conteniendo el regalo rodeado de muchas personas, la mayoría de las cuales también llevaban sus respectivos paquetes.

De pronto, por los altoparlantes anunciaron que el servicio estaba temporalmente interrumpido debido a un accidente en una de las estaciones vecinas. Sabía por experiencia propia que esos cortes solían durar una eternidad y decidí resignarme apelando a toda la tranquilidad posible para sobrellevar ese fastidioso momento.

Aproveché para ir a los procaces baños que se destacaban al final a la derecha del andén. Ya en las puertas, leí algunas cosas de inadaptados que se sentían poetas y al ver escrita una palabra que recordaba en lunfardo a una ex presidenta, no pude menos que esbozar una sonrisa, pensando que ni allí se olvidaban de ella.

Luego, mientras esperaba pacientemente, mis ojos vagaban recorriendo a la gente que circulaba nerviosa por el andén. Unos pocos lo abandonaban en busca de algún taxi o colectivo para llegar a tiempo a sus destinos. Algunos discutían acaloradamente culpando al gobierno por la falta de control sobre las empresas de transporte público. Otros como yo, aguardábamos con la mayor calma posible a que la situación volviera a la normalidad.

Mientras esperaba parado, poco a poco iban llegando más y más pasajeros. Sentarme era imposible, porque los escasos bancos disponibles estaban ocupados. Pero mis reflexiones fueron dejadas de lado cuando una mujer joven irrumpió en la escena acaparando completamente mi atención. Caminaba hacia donde yo me encontraba, con gracia femenina. La blusa marrón oscura que vestía hacía juego con su pollera y marcaba una línea de recato y sobriedad. Lucía unos anteojos que acentuaban el aire intelectual de su rostro y su cabello pelirrojo estaba recogido en un prolijo rodete aferrado a la nuca. Llevaba en una de sus manos una bolsa con un paquete y el cuadro se completaba con el infaltable teléfono celular.

Se detuvo en el andén contemplando el tablero de los horarios, muy cerca de donde yo estaba parado. Entonces me acerqué y le comenté lo que había pasado. Simpatizamos al momento. Ella tenía una conversación amena y me contó sus aventuras para encontrar el negocio donde vendían el juguete que le había pedido su sobrina para esa Navidad, mientras yo no hacía más que escucharla embelesado. En un momento dado, al sonar su celular, circunstancialmente tropezamos al entrecruzarnos fugazmente con las bolsas de regalos y sentí como ella se apoyaba dulcemente sobre mi cuerpo para leer el mensaje. Entonces, mágicamente mi imaginación me llevó como por encanto a besar a esa hermosa mujer en una playa desierta, con una puesta de sol como fondo.

Finalmente y después de una larga e interesante charla, apareció el tren a lo lejos, frente a una multitud de pasajeros que lo esperaban ansiosos. Cuando llegó al andén, la gente se abalanzó para subir y ya no volví a ver a la chica, porque unos muchachos me arrastraron hacia el tren como potros enfurecidos alzando sus cabezas al aire. Para que no me aplasten, me introduje por la primera puerta que encontré, e inmediatamente fui comprimido hacia el interior del vagón, empujado con mi bolsa del regalo a cuestas, por aquellos que desesperadamente trataban de ingresar.

Miré por la ventanilla para tratar de buscarla entre la multitud, pero me fue imposible distinguirla, porque había desaparecido misteriosamente y ya nada pude hacer cuando el tren inició la marcha. Durante todo el trayecto estuve bastante compungido pensando en ella. Fue recién al llegar a la estación de destino, cuando quedé completamente sorprendido y angustiado, al comprobar en el bolsillo de mi campera la desaparición de mi billetera con el dinero y todos mis documentos. Allí recordé la palabra “chorra” que había visto escrita en la puerta de aquel sucio baño de la estación, pero esta vez no sonreí.





Seleccionado ganadores IV Concurso de Cuentos de Navidad.

Asociación de Escritores de Entre Ríos. Argentina. Diciembre 2024.

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