Había una vez un niño que el día de
su cumpleaños les pidió a sus padres que le regalaran su primer
celular. Al niño le gustó mucho ese regalo, el que siempre lo
acompaña en su vida y es un elemento que le resulta indispensable
para desempeñarse en esta sociedad moderna, donde el que no tiene
celular no existe.
A partir del momento que se lo
regalaron, el celular le gustó, porque lo usó para divertirse con los jueguitos,
hablar, enviar mensajitos, chatear, sacar fotos y mandarlas por
Internet a sus amiguitos, escuchar música, saber la hora o usar el
buscador para conocer alguna información importante o la respuesta a
algún interrogante. Además, le permitió contar con la seguridad de
estar siempre comunicado con sus padres.
Pero también a partir de ese día no
le gustó el tener que estar dependiente de él. Tuvo que acordarse
de decirles a sus padres que le paguen las tarifas, programarlo,
recordar las contraseñas, cargarle la batería, buscar afanosamente
los vínculos de Internet para conectarse y tener muchos disgustos al
recibir llamadas o propagandas molestas e innecesarias. Además, tuvo que tomar prevenciones para no
perderlo o que se lo roben, y debió tratarlo con mucho cuidado y
delicadeza para no deteriorarlo o que se le caiga al suelo.
El niño ya nunca podrá olvidar aquel
día de su cumpleaños cuando sus padres le regalaron su primer
celular. A partir de ese instante ingresó muy gustoso en la era
digital de este nuevo mundo globalizado, pero como contrapartida
deberá estar dependiente de él durante el resto de su vida.
Seleccionado
Concurso de Relatos breves.
Publicado
en el libro: Me gusta, no me gusta.
Letras
con Arte. España. Noviembre 2019.
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