Hoy que ya veo el final, quiero agradecerte al rememorar
en perspectiva el camino recorrido desde cuando yo era un niño y la
vida recién empezaba para mí. Gracias madre por
no solo haberme dado la vida, sino por cuidarme y educarme. Gracias
por haberme apoyado y alentado, rezando por mí a un Dios en el que
yo no creía. Me ayudaste a alejar mi dolor con tus párpados
insomnes y ahora que veo el final, siento que ya estás cerca mío en el
cielo, porque a lo lejos, vuelvo a oír tu dulce voz.
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