martes, 21 de mayo de 2019

Bicicletas encadenadas

Estaba sentado esa tarde en un banco de un parque del hospital, abordando las circunstancias que habían provocado su actual situación. Su vida estaba sumida en dos mundos distintos. Uno era la realidad de ese momento y el otro, el indescifrable ayer, perdido en su conciencia. Hacía unos días que lo encontraron deambulando perdido por las calles de la ciudad y lo habían internado allí.
La policía había averiguado todos sus antecedentes. Trabajaba como gestor en transacciones inmobiliarias y vivía en un departamento en completa soledad, sin familiar que lo reclamara. Los médicos consideraron que ese estado de shock amnésico había sido el producto de una intensa actividad laboral. Pensaron que dejándolo descansar unos días y aprovechando la tranquilidad que le brindaría su estancia en el inmenso parque que rodeaba al hospital, volvería a recobrar la memoria.
Luego de unos instantes, se levantó del banco para dirigirse hacia la playa de estacionamiento del hospital, que estaba ubicada junto al parque. De pronto se detuvo ante la vista de dos hermosas bicicletas amarradas en un rincón apartado, que le llamaron la atención. Ambas eran de color negro y de similares características constructivas, pero una era de mujer y la otra de hombre. Se quedó pensativo frente a ellas durante un buen rato, porque al mirarlas le surgían algunas señales en su memoria.
Esa inquietud le duró toda la tarde y al llegar la noche, luego de la cena, al ir a su cama y tratar de conciliar el sueño en su habitación, se encontró como flotando en el aire. Soñó que caminaba por la vereda de una calle angosta del centro de la ciudad, con muchos negocios y amplias vidrieras. Al llegar a un edificio destinado a consultorios médicos, vio un cartel que indicaba que uno de ellos estaba en alquiler. Todo el entorno se encontraba rodeado por un extraño silencio. De pronto, divisó en un aparcamiento para bicicletas emplazado frente al lugar en que se encontraba parado, dos bicicletas encadenadas, iguales a las que había visto en el estacionamiento. Después, la imagen se alejó de él y desapareció. Pero al despertarse en la madrugada del día siguiente, ese sueño quedó flotando en su memoria, porque tenía la rara sensación de que él había estado en aquel lugar.
Al levantarse de la cama la inquietud lo sacudió, como deseando sacarlo de ese letargo en que se encontraba, Luego de desayunar, mientras el sol emergía radiante en el horizonte, se dirigió nuevamente hacia el estacionamiento. Allí quedó sorprendido al ver que las dos bicicletas estaban todavía en el mismo lugar. Evidentemente habían permanecido encadenadas durante la noche, sin que los dueños las retiraran. Durante todo el día estuvo tratando de recordar, presintiendo que esas bicicletas eran una pieza de un rompecabezas de algún suceso de su vida, que no podía lograr precisar.
Al llegar la noche, después de cenar y como no tenía sueño, se dirigió al estacionamiento para ver si aún estaban las bicicletas. Comprobó en esa oscuridad tenuemente iluminada por la luna, que permanecían allí como siempre. Entonces, decidió sentarse en un banco del parque, para poder recapacitar mientras esperaba que le vinieran ganas de dormir. Luego de pasar algún tiempo, de pronto surgió caminando como de la nada desde alguna parte del parque una esbelta muchacha.
La mujer se dirigió hacia donde se encontraban estacionadas las bicicletas y se quedó allí parada observándolas. El permaneció inmóvil en el banco, completamente sorprendido, pensando que sería la dueña de la bicicleta de mujer y que pasaba a retirarla. Sin embargo, luego de unos instantes, observó que venía caminando hacia donde él se encontraba sentado. Cuando se acercó lo suficiente y se detuvo muy cerca, pudo distinguir que era una muchacha de una belleza indescriptible y el corazón comenzó a latirle con mucha fuerza.
Luego y sin que pudiera explicarlo, comenzó a excitarse sobremanera, mientras ella lo miraba en forma tan apasionada, que parecía que estuviera atravesando todo su ser. En ese momento, percibió dentro de su pecho una inmensa sensación de amor que lo envolvía. Entonces, ella le pidió que dejara de aferrarse a este mundo y que la acompañara, porque estaba muy sola y sentía que lo necesitaba. Luego se fue alejando en silencio, retornando hacia el lugar donde se encontraban las bicicletas, mientras él, poco a poco se iba reponiendo de ese estado emocional que se encontraba, sin entender y atinar absolutamente a nada.  
Finalmente, la muchacha tal como había aparecido, desapareció de su vista como una exhalación, sin dejar el menor rastro. Entonces, sentado en ese banco bajo la luz de la luna, comenzó a sentir esa particular y ominosa sensación paralizante que produce el miedo a lo desconocido. Después de un buen rato, algo recompuesto de ese episodio tan extraño, en un completo estado de abatimiento, se levantó y se dirigió hacia su habitación en el hospital para tratar de dormir. En su mente rondaban muchas incógnitas. ¿Por qué al ver a la muchacha tuvo en forma tan repentina esa inmensa sensación de amor? ¿Qué quiso decirle ella con eso de permanecer en este mundo?
Con su mente completamente confundida, recién en las altas horas de la noche pudo conciliar el sueño. Y fue en una pesadilla sobresaltada que luego de sentir unas inmensas convulsiones en su cuerpo, pudo finalmente comprenderlo todo. Él estaba caminando hacia la cita concertada para el alquiler de un consultorio desocupado en un edificio destinado a tratamientos médicos, que estaba ubicado en una calle céntrica de la ciudad. Entonces, al llegar, pudo reconocer en la vereda de enfrente a aquella hermosa muchacha, que estaba acompañada por su novio. El muchacho era parapsicólogo e iban a alquilar el local para instalar allí su consultorio. Ambos habían venido en bicicleta y las estaban atando con una cadena en el lugar de la vereda que estaba destinado a ello.
Se disponían a cruzar la calle para encontrarse con él, cuando de pronto, surgió un automóvil a gran velocidad que los atropelló y los levantó por el aire, dándose a la fuga. El quedó paralizado por la sorpresa, pero se repuso y corrió hacia el sitio para auxiliarlos. Quiso agacharse para ver si respiraban esos cuerpos destrozados, cuando quedó paralizado en el sitio al producirse el estertor final del parasicólogo. Entonces sintió como que el espíritu del joven trataba de aferrarse a este mundo y para ello se estaba  introduciéndose en su cuerpo.
Debido a esas circunstancias, observó completamente obnubilado como la gente se arremolinaba junto a él en la escena del accidente y llamaban a la ambulancia. Mientras tanto, cada vez más fue sintiendo que todo se le hacía confuso y poco a poco, fue perdiendo la conciencia de si mismo. Luego, comenzó a deambular por las calles de la ciudad y después de unos días en  un total estado de indigencia lo encontró la policía y decidieron internarlo en ese hospital para su recuperación.
Fue en esa noche que mientras dormía en ese sueño sobresaltado, comenzó a sentir unas inmensas convulsiones en todo su cuerpo. Era como si en ese preciso instante, el espíritu del muchacho estuviera tratando de fugar de su interior, para ir a reunirse con su amada en el más allá. Al despertarse al otro día, se encontró otra vez en este mundo, porque había recuperado por completo su conciencia.
Le contaron que cuando trasladaron los cuerpos a la morgue judicial de ese hospital, todos los efectos personales y las bicicletas habían sido llevados allí. Es posible que también ellas hayan encontrado su destino, porque desde ese día, como nadie las reclamó y la justicia es muy lenta, todavía continúan después de bastante tiempo encadenadas una a la otra. Tal vez, ellas sean tan felices como sus dueños en el más allá, oxidándose juntas a la intemperie en ese lugar apartado del estacionamiento del parque del hospital.


 










Seleccionado I Concurso de relatos
Incluido en el libro: Antología de relatos.
Sinergias Editorial. España. Julio 2008.

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