domingo, 6 de diciembre de 2020

La bicicleta deseada

Cuando veo la foto del árbol de Navidad con la chimenea encendida que es típica de las celebraciones de los países europeos, mis pensamientos se remontan a mi infancia en Buenos Aires, donde esas fiestas son en verano y por esas chimeneas que estaban apagadas mis padres me decían que entraba Papá Noel con sus regalos.

Recuerdo que cuando yo tenía cinco años, en la Nochebuena no quise dormir para esperar a Papá Noel, porque quería pedirle que me regale una bicicleta en lugar de un rompecabezas. Esa noche mis padres con todos los parientes y amigos estaban reunidos en el living, donde al lado de la chimenea apagada habían instalado un gran árbol de Navidad hermosamente decorado.

Luego que todos celebraran y brindaran por la Navidad, entre cohetes, petardos y cañitas voladoras, mi madre me pidió que me vaya a dormir a mi habitación. Allí me escondí detrás de la cortina de la ventana y aguanté el sueño algunas horas, hasta que se fueron los últimos invitados y por fin se hizo el silencio en la casa.

Para aquella Navidad le había escrito a Papá Noel en una carta que me ayudó a redactar mi madre, que quería un gran rompecabezas para armar que había visto en una juguetería. Pero en la mañana del veinticuatro cuando la acompañaba en las compras en el Centro Comercial, me paré de golpe al llegar a un stand de ventas de bicicletas, impactado por una maravillosa bicicleta para niños que allí se exponía. Los manubrios y los rayos de las ruedas eran cromados y tanto el cuadro como los guardabarros estaban pintados de un delicado color blanco. Llevaba protección en la cadena y una bocina para llamar la atención a la gente.

Me había quedado parado durante un tiempo observándola muy ansioso, mientras mi madre me miraba muy impaciente. Cuando quise contarle que había cambiado mis deseos del rompecabezas por aquella bicicleta, ella algo enojada, me dijo que estaba muy apurada y no quiso escucharme. Prácticamente tuvo que arrastrarme para que la siguiera. Entonces, pensé que no le diría nada porque ya era tarde para mandarle una nueva carta a Papá Noel y decidí esperarlo para pedírsela directamente cuando entrara en el living en esa misma Nochebuena.

Lo cierto es que en esa noche no conseguía mantenerme despierto. Entre sueños pensaba que Papá Noel ya habría puesto el rompecabezas en su bolsa y tenía pocas esperanzas que tuviera también allí una bicicleta que pudiera darme. De repente, escuché un ruido, me levanté y mire por la ventana, y allí estaba: … ¡Era Papá Noel! Y entonces, pude ver al simpático gordito barbudo de traje rojo, barba blanca y mejillas rojas, transportado por renos alados con su bolsa de juguetes.

Cuando observé que entraba por la chimenea, me levanté rápidamente y fui corriendo hacia el living, donde lo encontré sonriendo con su bolsa en la mano. Le expliqué que me había arrepentido de la carta que le había enviado y que en lugar del rompecabezas quería la bicicleta que había visto en el Centro Comercial. Papá Noel me escuchó en silencio y pensativo, cuando repentinamente miró sorprendido y muy serio algo que había detrás mio. Al volverme, observé que el árbol de Navidad tomaba la forma de un monstruo con ojos brillantes que se me acercaba lentamente. Completamente asustado, volví corriendo hacia mi habitación.

Me desperté en las penumbras del amanecer con grandes expectativas y a pesar del miedo que todavía tenía, traté de ir lo más silenciosamente posible al salón, para no despertar a mis padres. Miré las tarjetas colgadas en los paquetes y allí, desilusionado, perdí todas mis esperanzas cuando encontré el rompecabezas que le había pedido en mi carta. Entonces, me puse muy triste y me vinieron muchas ganas de llorar.

Pero al girar la cabeza, escondida al costado del árbol de Navidad, pude ver aquella maravillosa bicicleta deseada, con una tarjeta que después mi madre me leyó: “Te has portado muy bien y además del rompecabezas quise premiarte con una bicicleta, firmado Papá Noel”.Y entonces, una alegría inmensa me embargó y mucho más, cuando al darme vuelta, descubrí a mi madre que estaba parada detrás mío muy sonriente y a la que muy emocionado corrí a abrazar.

Hoy después de tanto tiempo, cuando llegan las Navidades y veo esas fotos, estos recuerdos llenan de nostalgias mi alma, porque aquella inocencia de mi niñez, junto con mi madre, ya se han ido, como se van las noches con sus sueños.

 



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