lunes, 20 de julio de 2020

La isla de los murciélagos

Había una vez un joven español que en el siglo XVIII quería adquirir conocimientos para ser mercader, y para ello se enroló como grumete en la tripulación de una nave que se dedicaba al transporte de mercaderías. Lo que no sabía el muchacho era que en realidad se había embarcado en un barco pirata. Hizo ese descubrimiento por casualidad, cuando un día escuchó sin que se dieran cuenta al capitán del barco hablar con unos tripulantes mostrándoles un mapa.
— Tenemos que recuperar el cofre con el tesoro que robamos al galeón español y escondimos en una cueva inexplorada de esta pequeña isla de los murciélagos —, decía el capitán, mientras marcaba en el plano de la isla, el lugar exacto donde se encontraba la cueva.
El joven sintió indignación y rabia al enterarse de que estaba navegando en un falso barco mercante y que ellos habían robado a ese galeón, hecho que por otra parte, se había comentado mucho en el pueblo donde vivía. Entonces se ocultó mejor para que no lo vean y después de escucharlos durante un largo rato hablar sobre el tema, se le ocurrió un plan para rescatar ese cofre.
Unos días después avistaron la isla de los murciélagos y el joven que había buscado ganarse la confianza de la tripulación, se ofreció a acercarse con el bote hasta la isla, para comprobar si podían entrar sin ser detectados, dado que normalmente se efectuaban patrullajes de control, porque solían concurrir generalmente allí numerosos pescadores, que se disputaban la abundante pesca del lugar. Como ni el capitán ni los demás secuaces sospecharon nada lo dejaron ir remando hacia allí.
Cuando llegó a la playa, el muchacho se internó en la vegetación y luego de cazar a uno de los tantos murciélagos que habían en la isla, comenzó a preparar la escena tiñéndose la cara y los brazos de color morado, y después fue corriendo hacia la playa.
— ¡No conviene que desembarquen! La isla está deshabitada y hay carteles de peligro, porque fue invadida por un virus maligno muy contagioso y muchos murciélagos han muertos —, les gritó con toda la fuerza de sus pulmones, agitando con las manos el murciélago y tosiendo a más no poder.
El vigía al verlo desde lo alto del palo mayor, dio la voz de alerta:
— ¡En la isla hay un virus maligno transmitido por los murciélagos y el grumete que parece que tiene fiebre y está tosiendo como loco, nos está advirtiendo de que es peligroso que desembarquemos.
— ¡Huyamos y abandonemos a ese muchacho allí, porque es seguro que si vuelve al barco, nos contagia a todos!, — dijo el capitán pirata.
— ¿Pero y si se salva y nos delata?—, preguntó tímidamente uno de sus secuaces.
— No te preocupes que no sabe nada ¡Vayámonos de aquí y volveremos cuando cese la emergencia y no haya peligro con ese virus! —, le respondió el capitán pirata con firmeza.
Fue así que los asustados tripulantes del barco pirata, izaron las velas y se marcharon internándose en el mar, sin sospechar absolutamente nada.
Cuando el joven perdió de vista al barco, se dirigió a la cueva donde se encontraba el cofre con el tesoro y luego de espantar a algunos murciélagos que revoloteaban sobre el mismo, lo trasladó hacia donde se encontraba el bote. Luego de cargarlo, empezó a remar buscando ayuda de alguno de los barcos de pescadores que navegaban por las cercanías del lugar, hasta que después de algunas horas, ante su sorpresa, apareció para rescatarlo nada menos que una nave de la Armada Real Española.
Cuando el joven le contó al capitán del barco todo lo ocurrido, éste quedó admirado por el coraje del muchacho y diciendo que le devolverían el cofre a sus dueños legítimos, le ofreció un puesto de marinero. Fue así, que el joven que había pretendido en un principio ser un buen comerciante, cambió de idea, porque le gustó mucho esa proposición y la aceptó con alegría.
— Esta será tu primera misión en la Armada—, le dijo sonriendo el capitán del barco, dándole la bienvenida a su participación en la persecución del falso barco mercante, la que finalmente terminó en forma exitosa, con la captura del capitán pirata y de todos sus secuaces.
Dicen que con el transcurso del tiempo, aquel joven y valiente marino llegó a ser designado como capitán de uno de los más importantes barcos de la Armada Real Española.
Y colorín colorado este cuento ha terminado.

Moraleja: Tengan en cuenta que hasta los piratas le tienen miedo a los contagiosos virus. ¡Por favor niños, cuídense! 




 
 
 
 

 
 
 
 
Convocatorias de Relatos Niños. Taller Virtual VI.
Pubicado en el libro: De tesoros y piratas. 
Blog Beatriz Chiabrera de Marchisone
Crusellas, Santa Fe. Argentina. Julio 2020.

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