Luego del ascenso por un sendero
escarpado, el viejo escritor ingresó en el cementerio inmerso en ese
cerro. Había llegado jadeando y con una puntada en el pecho,
tratando de reproducir en su memoria las historias relacionadas con
su pasado, las que ahora estaban envueltas en la soledad de su vida.
Todo estaba igual, las flores sobre las lápidas y los cipreses entre las tumbas. Las imágenes de las bóvedas con sus ornamentaciones funerarias hoy le parecían más tristes y silenciosas que en aquellos viejos tiempos. Allí descansaban sus padres y la mujer a quien había amado, a la que abandonó en su juventud, buscando nuevos horizontes para su trabajo de escritor.
Luego de un tiempo de meditación, se dirigió en el cementerio por un camino apartado que daba al precipicio. Fue allí que se quedó ensimismado mirando en el ocaso la magnifica puesta de sol bajo el límpido cielo azul. Tras las cumbres, el sol brillaba como una burbuja rojiza y con su alma poética extasiada, vio como iba cayendo solitario entre las montañas en una lenta agonía.
Todo estaba igual, las flores sobre las lápidas y los cipreses entre las tumbas. Las imágenes de las bóvedas con sus ornamentaciones funerarias hoy le parecían más tristes y silenciosas que en aquellos viejos tiempos. Allí descansaban sus padres y la mujer a quien había amado, a la que abandonó en su juventud, buscando nuevos horizontes para su trabajo de escritor.
Luego de un tiempo de meditación, se dirigió en el cementerio por un camino apartado que daba al precipicio. Fue allí que se quedó ensimismado mirando en el ocaso la magnifica puesta de sol bajo el límpido cielo azul. Tras las cumbres, el sol brillaba como una burbuja rojiza y con su alma poética extasiada, vio como iba cayendo solitario entre las montañas en una lenta agonía.
Luego, ya con las cumbres en
penumbras, pensó que para él, igual que aquel
sol en el ocaso, también había llegado el instante de la caída
final. Y entonces, entre esas sombras incipientes, sofocado y con esa puntada en el pecho cuya intensidad
presagiaba el inminente infarto, avanzó decidido
hacia el borde del precipicio. Iba a surcar el viento en un vuelo
póstumo, para acompañar a sus seres queridos que descansaban en esas
tumbas.
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