¿Qué nuevos tiempos borraron esas
señales codificadas por Morse, transitando distancias inconmensurables y borraron sus
puntos y rayas dejando tantas manos huérfanas, sedientas de transmitir noticias
importantes?
Las manos del
telegrafista han quedado sin pulsar para siempre, extendidas en una súplica
infructuosa y su añoranza no podrá ser saciada con la implantación de los modernos
medios de comunicación globalizados.
¿Quién les contará ahora a
todos los niños del mundo que nacerán sin conocerlo, la importancia que tuvo el noble y esforzado
oficio de telegrafista y lo útil que fue en su momento el telégrafo y las vidas
que han salvado?
El espíritu del telégrafo
se fue y sus mensajes ya no se escucharán más, es cierto, pero el alma del
telegrafista, con su destino sin retorno, será ahora capaz de pulsar sus preciados
mensajes con los puntos y rayas del lenguaje del recuerdo.
Entrañable recuerdo que sin duda alguna tiene con tu excelente escrito una nueva y cercana inmortalidad merecida Un saludo afectuoso amigo de letras.
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