Todos
los días el niño debía atravesar un inmenso parque arbolado para
llegar al puesto donde colaboraba repartiendo diarios, a fin de
ayudar al sustento de su madre. En esa mañana lluviosa y fría de
principios de invierno el parque estaba vacío y esa soledad teñida
de gris rodeaba la tristeza de su vida.
Como
lo hacía habitualmente, se detuvo a mirar bajo una persistente
llovizna, la figura de una mujer con los brazos extendidos como
pidiendo ayuda al cielo, que estaba tallada en un enorme tronco de un
árbol seco, y que al niño le parecía que representaba la imagen de
su madre.
Pero
al reiniciar nuevamente su marcha, de repente cesó la lluvia, y al
apartarse las nubes, comenzó a asomar el sol por entre las pocas
hojas raídas y desgastadas que todavía pendían de los árboles.
Entonces detuvo sus pasos sorprendido, observando como comenzaban a
aparecer en el cielo los colores del arco iris.
Los
senderos serpenteados del parque que antes se habían mostrado
oscuros e intrincados, aparecían ahora como por un encanto,
iluminados y majestuosos, mientras comenzaban a escucharse los
alegres cantos de los pájaros. Las hojas secas caídas en el suelo
se despertaban de su letargo y se cubrían de colores, en tanto
aquella figura de madera se impregnaba de belleza, al ser iluminada
por la luz del sol.
Y
en esos momentos de fascinación, era como si la vida del niño
también hubiese escapado milagrosamente de ese gris invierno, donde
había estado sumergido hacía solo unos instantes.
Finalista
X Concurso de Cuentos breves. El color del invierno.
Incluido en el libro: La piel de febrero.
Creatividad
Literaria. España. Febrero 2025.