Yo vi a mi mejor maestro de la escuela primaria, muerto hace ya varios años, cuando deambulaba por la vereda de enfrente en las calles de mi barrio. Lo realmente extraño era que lo veía como yo lo había conocido en la escuela en la que egresé hace muchos años. Su imagen era igual a la de aquel entonces, con sus cincuenta años o algo más.
Me alegré mucho al verlo y lo seguí unas cuadras, pero luego decidí cruzar la calle para ponerme detrás de él, pensando sobrepasarlo, para ver si me reconocía después de tanto tiempo. Al acercarme, comencé a distinguir su pelo oscuro entramado de grises, con los primeros signos de vejez. Nunca de chico cuando cursé con él en la escuela me había fijado en ese detalle.
Caminaba a veces lentamente y en otras apuraba el paso, hasta que de pronto se detuvo de golpe, y casi me lo llevo por delante. Por suerte, reaccioné a tiempo y a duras penas pude esquivarlo. Al pasar de largo junto a él, pude ver el polvillo de tiza aún adherido al traje que usaba en aquel entonces.
Así fue como yo vi a mi mejor maestro de la escuela primaria, muerto hace ya varios años, pero la verdad es que no me atreví a decirle nada y como él al mirarme tampoco me dijo nada, me alejé caminando con la cabeza gacha, porque seguramente ya se habría olvidado de mí.
Finalista VI Concurso Cuentos breves. Embrujados.
Incluido en el libro: Reflejo de un hechizo.
Creatividad Literaria. España. Diciembre 2021.
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