jueves, 23 de septiembre de 2021

La imagen de mi padre

La primera vez que tuve un resquemor con mi padre fue cuando solo tenía trece años. Caminábamos por el parque del pueblo, alumbrados por la tibieza de los rayos del sol, que atravesaban el follaje florido en esa hermosa primavera. De pronto, mi padre les dirigió una sonrisa compradora a dos hermosas muchachas. Estaban sentadas sobre el verde césped que habían cortado recientemente, abriendo una caja que contenía chocolates.

Y fue allí, cuando me quedaron grabadas para siempre las palabras que les dijo mi padre:

Preciosas, si me dan a probar alguno de esos chocolates, seguro que me las como con ellos.

¿Tú solito nos vas a comer? ―, le preguntó sonriendo la más joven y bonita de ellas.

Si, pero primero para probar el chocolate, tengo un pequeño macho ayudante ―, le respondió mi padre, señalándome alegremente.

Mientras escuchaba las sonoras carcajadas, completamente avergonzado, me puse colorado como un tomate. Entonces, la hermosa muchacha que le había hablado se me acercó. En ese momento, pude percibir, envuelto en el agradable aroma de ese césped recién cortado, que me invadía una extraña sensación de sensualidad. Sentí su cálida respiración y el roce excitante de su piel suave y tibia, mientras me deslizaba dulcemente en mi mano la tableta de chocolate. Luego, con una sonrisa socarrona, le dijo a mi padre que su pequeño macho ayudante ya podía empezar a probarlo.

El recuerdo de esas mujeres tentadoras, que le sonreían a mi padre llenas de picardía, quedó fijada en mi subconsciente desde mi infancia. Cuando ya había caminado unos pasos, mi padre me susurró al oído mientras yo saboreaba el delicioso chocolate, que esas mujeres no eran de nuestro pueblo y seguramente venían de la Ciudad. Entonces, me pidió que siguiera solo el trayecto a casa, porque les tenía que preguntar algo. Luego, sonriendo y con un guiño, me dijo que no le comentara nada a mi madre, haciéndome de esa manera cómplice y partícipe silencioso de su infidelidad.

Mi madre falleció unos meses después y a partir de allí , la presencia de mi padre convirtió el tiempo de mi adolescencia en una región en penumbras, donde crecí como un ser insignificante en la casa de mis abuelos maternos. Aquel hombre era el macho dominante de voz firme y viril, que con su paso decidido llenaba todos los espacios con su rostro varonil, su cuerpo atlético y su aspecto imponente. Por el contrario, yo era un niño retraído y sin amigos, que hablaba poco, con voz insegura y con una actitud introvertida.

Con mi padre en general no hablaba y mi timidez era tan grande, que el solo hecho de pensar que me llegara a preguntar algo sobre mi personalidad, me sumía en un pozo de turbación. Era como si cualquier inocente pregunta que me hiciera, fuera en realidad un ataque premeditado y alevoso a mis sentimientos.

Fue al cumplir los dieciocho años y ya cursando el último año de los estudios secundarios, cuando un verano en la piscina, me dijo que me presentaría a una chica. Era hija de un industrial que recién se había instalado en el pueblo. De esa forma, mi padre, con su natural simpatía, entabló amistad rápidamente con los progenitores de la muchacha. Y finalmente cumplió con su propósito de llevarme a ese nuevo destino, como si fuera un jinete montado sobre un indómito corcel, donde yo nada podía hacer.

Nadie era tan hermosa, tenía senos tan prominentes y nadaba como ella. Cuando mi padre me la presentó, era unos meses menor que yo y aún no había tenido tiempo para hacer amistades en el pueblo. La primera noche que salí con ella, tuve que escuchar de su boca lo apuesto que era mi padre, lo joven que se mantenía y la plasticidad de su cuerpo cuando saltaba desde el trampolín. Allí comprendí que a falta de otras virtudes, mi paciencia era bastante flexible y resistente, como para que pudiera ser capaz de soportar todo aquello.

Luego seguimos saliendo, porque los hechos llegaban a mi vida por la senda señalada por mi padre y yo prefería aceptarlas, dado que me sentía incapaz de rebelarme. Ella era una muchacha arrogante y extrovertida y yo le atraía, aunque era su antítesis, porque le despertaba una especie de instinto protector maternal.

Para rematarlo, ella me consiguió un puesto administrativo en la industria de su padre, que me llevó a postergar indefinidamente el inicio de mis estudios universitarios, aceptando con mi actitud pasiva el papel protagónico de novio. En realidad la mujer que yo necesitaba debía ser aquella con el carácter de mi madre, que antes que falleciera me ayudaba a cultivar con delicadeza esa parte de mis sentimientos que me sentía obligado a esconder ante los ojos de los demás.

Fue en esos momentos de noviazgo que repentinamente dejé de ver a mi padre. Aparentemente fue amenazado de muerte por unos mafiosos, debido a algunos negocios turbios que había realizado. Desapareció del pueblo y nunca se despidió de mí y tampoco volvió a comunicarse conmigo. Lo único que supe de él era que se había escapado para ocultarse en la Ciudad. Muy pronto agradecí a la providencia por ese distanciamiento y encontré un refugio casándome con aquella muchacha. Ello fue mi coartada perfecta para poder permanecer todo el tiempo en un intrascendente segundo plano, con el trabajo rutinario en la oficina de su padre.

Fue después de unos años cuando recibí la noticia de la muerte de mi padre en un accidente automovilístico junto a su pareja. Tenía que concurrir a hacer los trámites legales en el cementerio de la Ciudad, porque su cadáver iba a ser cremado. Cuando viajaba con mi coche por la ruta, el aroma de los campos sembrados en primavera, me parecía como el del verde césped cuando transitaba con mi padre por el parque del pueblo. Y repentinamente, pensé en mi madre, quien había sido siempre una sombra, incapaz de defenderse frente a la presencia desbordante de mi padre. Había sufrido mucho por sus continuas infidelidades y estaba seguro que todas esas penas la habían conducido a esa muerte prematura.

A media mañana llegué al crematorio del cementerio de la Ciudad. Al entrar al gran salón, sobre un par de carritos metálicos con ruedas estaban los dos ataúdes. Alguien los conducía al horno para incinerarlos. Los seguí con la vista hasta que una puerta metálica se interpuso lentamente delante de mis ojos. Fue justo en ese momento que escuché que alguien me llamaba por mi nombre.

Era el hijo de la pareja de mi padre que me había avisado del accidente y que se había encargado de resolver toda la burocracia de los trámites policiales y funerarios. Aparentemente tenía mi edad, y estaba elegantemente vestido. Por debajo de sus cejas se abría paso a una mirada despierta y simpática, y su modo de hablar transmitía al mismo tiempo una sensación de amparo y dulzura.

Finiquitados los trámites y depositados los cofres con las cenizas en un nicho del cementerio, pasamos lo poco que quedaba de la mañana conversando en un café aledaño. Allí me contó que había conocido a mi padre y que seguramente, para haber hecho pareja con su madre, se deberían haber respetado mutuamente, porque eran dos almas dominantes y avasalladoras.

Había algo en él que me inspiraba confianza y creaba a mi alrededor una extraña atmósfera, que solo encontré de pequeño en el cariño de mi madre. Luego decidimos ir a almorzar al centro de la Ciudad y fue en aquellas inesperadas circunstancias, que me encontré disfrutando de la primera compañía que comenzaba a resultarme agradable desde hacía muchos años.

Terminada la comida continuamos bebiendo de sobremesa y conversando largo tiempo. Me contó que era soltero y trabajaba como piloto en una línea de aviación y que su padre los había abandonado al nacer y nunca lo había conocido. Como su madre siempre viajaba, había sufrido muchísimo porque nunca lo había escuchado y siempre estuvo distante.

En aquella tarde, el vino y su manera amable de hablar, me proporcionaban una sensación de paz y camaradería. Y entonces, me encontré de pronto encerrado con él, tripulando confiado la cabina de mando de su avión y le confesé que no amaba a mi mujer. Con ella nunca había logrado placer y que realmente me era muy difícil tener que soportarla. El avión seguía suavemente su camino llevándome muy lejos, como si se dirigiera hacia otro horizonte distinto de mi vida.

Cuando entramos en la casa donde habían convivido nuestros respectivos padres en los últimos años, nos quedamos en silencio de repente. Sentíamos que en ese lugar ahora éramos dos almas solitarias. Nos miramos fijamente con los ojos humedecidos durante unos segundos y luego, al unísono, nos sentamos compungidos sobre el sofá.

Al acercar su cara a la de él fui sintiendo su candor, sabía que era peligroso,pero no pude parar porque me sentía hechizado. Besé sus labios y al sentirme retribuido por el roce húmedo y tembloroso de su lengua, me pareció como si viajara plácidamente en aquel avión entre las nubes del cielo. Era como si durmiera y estuviese soñando. Podría pasar todos los minutos, todas las horas y todos los días de mi vida sintiendo ese cariño. Era una necesidad que me había invadido repentinamente como una adicción irresistible y que se había revelado en mí con toda su crudeza.

Sin embargo, cuando comencé a percibir el roce excitante de la piel suave y cálida de aquella mano que me acariciaba, me sobresalté con un estremecimiento agudo. Fue al distinguir la imagen de mi padre, que me estaba mirando desde un retrato, encerrado en la poca luminosidad de aquellas paredes grises. Pero en ese mismo instante, en ese atardecer de primavera, se filtró mágicamente en la habitación un rayo de sol, como buscando purificar toda culpa bajo su luz piadosa y cegadora. Y en ese retrato, junto a la figura luminosa de aquel hombre de sonrisa compradora, pude reconocer el rostro de la mujer que lo acompañaba.

Esa mujer no era otra que aquella bellísima muchacha que había conocido en mi niñez, mientras caminábamos con mi padre por el parque del pueblo. Pero ahora aquella escena mi mente la enfocaba bajo otra lente distinta, mientras me remontaba nuevamente en un tiempo que no era tiempo, hacia aquel atardecer de primavera.

Y fue en ese momento que milagrosamente volví a percibir un dulce sabor a chocolate en mi paladar, con aquella ingenua sensualidad de mi infancia, envuelta en la fragancia del césped recién cortado. Entonces, sentí por primera vez que irremediablemente mi alma era libre, majestuosamente libre y sin cadenas. Y ya sin inhibiciones en mi vida, me sumergí en el excitante mundo del placer.

 

 
 
 
 
 
 



 
3º Mención XIV Certamen de Cuentos Alejandro Vignati.
Incluido en el libro de la Antología del Concurso.
Dirección de Cultura San Andrés de Giles. Buenos Aires. Argentina. Septiembre 2021.

 

Tormenta de verano

Surgen relámpagos con su tronada

dejando el anochecer reflejado,

las nubes al cielo han encapotado

mientras el viento va en lenta escalada.


La tormenta de pronto es desatada

diluviando con ansias de mojado,

y un cartel luminoso que ha volado

cae sobre una vidriera entornada.


Mas con rapidez la lluvia culmina,

y al viento se la lleva de la mano

dejando algunas ramas en la esquina.


Y al pasar el chubasco de verano,

la luna, muy curiosa y femenina

se asoma tras un nubarrón lejano.



 


 

 

Finalista VI Concurso de Sonetos. Tardes de verano.

Incluido en el libro: Certeza.

Creatividad Literaria. España. Septiembre 2021.

 

Fantasía tormentosa

En verano en esta tarde

con el viento que resuella,

una tormenta hace alarde

y con nubes atropella.

Un relámpago en la bruma

alumbra mi fantasía,

entonces tomo mi pluma

y escribo una poesía.



 

 

 


 

 

Finalista VI Concurso de Micropoesía. Tardes de verano.

Incluido en el libro: Certeza.

Creatividad Literaria. España. Septiembre 2021.

Mar confidente

Me encuentro frente a este mar confidente

cansado de fingir indiferencia,

porque este amor va mucho más allá

de la fría amistad que le prodigo.


Es que dudo en revelar mi secreto

por el temor que tengo de perderla,

y en esta cobardía de callar

deseo besarla sin atreverme.


Me encuentro frente a este mar confidente

y navegando con mi corazón,

siento que laten olas de pasión

que me traen suspiros a la playa.


Una brisa salina de ansiedad

ahora incitan a mis pensamientos,

y una lluvia de diminutas gotas

inundan de amor a mi alma apenada.


Pero inmerso en este mar confidente

cuando diviso el horizonte lejano,

me ataca esta angustiosa incertidumbre

que no me decido a dilucidar. 

 



 

 


 

 

Finalista VI Concurso de Poesías. Junto al mar.

Incluido en el libro: El mar náufrago.

Creatividad Literaria. España. Septiembre 2021.

El halcón y su presa

Poco me importa lo que me reprocha la gente por todo lo que pasó. Me decían que era imposible, que ella navegar nunca querría y jamás se fijaría en mí. Pero yo la observé, la elegí, la seguí, la perseguí y la cerqué, como un halcón a su presa . Dijeron que jamás se fijaría en mí, pero con mi hermoso velero la atrapé.

 Y navegamos de puerto en puerto, de río en mar. Tomamos cerveza fresca en las templadas aguas del río y un cálido vino tinto, en las frías aguas del mar. Nos amábamos en las noches acurrucados en el camarote y nos revolcábamos en las tardes sobre la cubierta, bajo el sol.

Como podrían entender la gente que con el tiempo se calmó su ardor. Que ella paso a ser una copa de agua y en los puertos yo tenía mucha sed. Cuando me marchaba, ella lloraba sola con su pena. ¿Qué me puede criticar la gente? si así era yo.

Pero al volver un día con unas copas de whisky demás, tropecé y caí al piso. Ella enojada me dijo borracho, y yo sonriendo me puse de pie. Luego al gritarme mujeriego, le contesté que alguna pudo haber, pero que solo ella era mi mujer. 

Y cuando me dijo hijo de puta, con mi mano tomé su nuca con fuerza y quise golpear su cabeza aquella vez. Como fue que me contuve, solo yo lo puedo entender. Le dije que mi madre no era puta y no la habría de ofender. Todo eso le dije..., el día que se fue.

¿Qué me puede reprochar la gente? si así era yo. Pero ahora sufro su ausencia, y sé que a esa presa, este halcón ya no la volverá a ver.

 


 

 

 


 

 

Finalista VI Concurso de Cuentos breves. Junto al mar.

Incluido en el libro: El mar náufrago.

Creatividad Literaria. España. Septiembre 2021.

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Consulta a tu espejo

Mira tu rostro en el espejo y dile

que cometiste un error aquel día,

porque él sabe que por tí yo sufría

aunque tu corazón no lo asimile.

 

Conseguiste que tu amor me encandile

y tanta atracción por ti yo tenía,

que el miedo a perderte produciría

que mis celos a tu amor aniquile.


Mírate en ese espejo del ropero

recordando los tiempos del pasado,

y consúltale si aún yo te quiero.

 

Él te responderá muy angustiado

diciéndote que por ti yo me muero,

y que deseo volver a tu lado.

 


 

 

 


 

 

Finalista VII Concurso de Sonetos. Un bargueño para mis cuentos. 

Incluido en el libro: Libros desordenados.

Mundo Escritura. España. Septiembre 2021.

Una historia distinta

La protagonista de la novela que estaba escribiendo me dijo muy enojada que la historia debía ser distinta. Entonces corrí hacia el living, pero no pude despertar a su pareja, porque estaba muerto recostado sobre el sofá, junto a un pocillo de café vacío sobre la mesita. Recién lo comprendí todo, al ver por la ventana como ella se iba del brazo junto a un personaje que yo nunca había imaginado. Fue allí cuando me desperté frente a mi notebook.



 

 

 

 

 

 

 

Finalista VII Concurso de Minicuentos. Un bargueño para mis cuentos.

Incluido en el libro: Libros desordenados.

Mundo Escritura. España. Septiembre 2021.

lunes, 20 de septiembre de 2021

Las luces del ocaso

El sol se pone en el ocaso

y al ir tornándose dorado

me parece ver a su imagen

entrelazada entre las nubes,

y mi mente sueña con ella.

Pero cuando se apaga sol,

la oscuridad cubre su imagen

como así también a mis sueños,

que ilusorios e inalcanzables

agonizan junto a las sombras.

 



 

 

Finalista VI Certamen de Micropoemas. Luces de agosto.

Incluido en el libro: Luna de madrugada.

El Muro del Escritor. España. Septiembre 2021.

Disparo en la noche

Después de despedirse de su amante, ella entró sigilosamente en su departamento, pero al encender la luz se encontró con su marido.

Otra vez lo has vuelto ha ver.

¿De que me hablas?.

Tú sabes de que hablo ¡Estoy harto y no aguanto más!

Tras decir esto la apuntó con un revólver.

¡Por favor, no lo hagas!. Estás equivocado …

Fue allí que sonó el disparo y cuando ella ensangrentada iba cayendo lentamente sobre el piso, se hizo la noche. Se apagó el televisor por un corte de luz en la zona.

 

 

 

 

 


 

 

Mención del Jurado VI Certamen de Microrrelatos. Luces de agosto. 

Incluido en el libro: Luna de madrugada.

El Muro del Escritor. España. Septiembre 2021.

Historia de las olas del mar

Las olas me narraron conmovidas,

la historia de un velero que encalló,

y abandonado en la arena quedó

arrumbado y con sus velas heridas.


Inclinado y con sus chapas roídas

aquel velero por años sufrió,

pero una sirena lo visitó

como a muchísimas naves perdidas.


Y fue el fin de sus horas desdichadas

porque el velero al ver a la sirena,

lleno de amor se diluyó en el mar.


Y con esas historias encantadas

la soledad se me hace más amena,

escuchando a las olas su contar.

 


 

 

 


 

 

Finalista VII Certamen de Sonetos.Charles Baudelaire. 

Incluido en el libro: Haikus y Sonetos LXII.

Letras como Espada. España. Septiembre 2021.

Tarde nublada

Tarde nublada,

el ocaso se esconde

entre las sombras.


Unas penumbras

seducen a farolas

para encenderlas.


Lluvia imprevista,

en un banco del parque

se moja un beso.

 


 

 

 


 

 

Finalista VI Certamen de Haikus. Natsume Soseki.

Incluido en el libro: Haikus y Sonetos LXII.

Letras como Espada. España. Septiembre 2021.

El reloj de sol

Reloj de sol de la plaza

que el atardecer alumbra,

al acercarse el ocaso

llena mi alma de penumbras.

Lo angustia a mi corazón

una cita que no llega,

y es lento el paso del tiempo

en esta agónica espera.

Y cuando el reloj de sol

muestra su último reflejo,

siento dentro de mi pecho

que me estoy volviendo viejo.



 

 

 


 

 

Finalista VII Certamen de Poesías. Reloj de sol.

Incluido en el libro: Versiones abstractas.

Letras como Espada. España. Septiembre 2021.