Luego
de realizar numerosas investigaciones y operaciones, la Policía de
una Ciudad Balnearia pudo finalmente capturar a una banda mafiosa que
se dedicaba a pedir colaboraciones a muchos comerciantes, a los que
habían puesto en jaque con sus permanentes exigencias. Cuando el
Oficial de Policía encargado de esa tarea ya lo tenía cercado al
capo de la mafia, éste, previo a amenazarlo de muerte, trató de
huir internándose en el mar en un pequeño bote, sin que a pesar de
las intensas búsquedas realizadas pudieran dar con su paradero.
Finalmente se lo consideró como desaparecido.
Como esa tarea le había alterado bastante los nervios, el Oficial planificó unas vacaciones de descanso con su pequeña embarcación. Quería realizar un placentero itinerario de puerto en puerto y de río en mar, por las diferentes costas de la Región. En una tarde muy calurosa mientras el sol intenso caía con fuerza desde cielo, se encontraba en la soledad reinante envuelto en una cálida brisa marina, navegando en forma tranquila y distendida sobre las suaves olas del mar, cuando repentinamente un reflejo luminoso le llamó la atención cerca de la playa.
Al fijar la vista muy intrigado, observó por un instante que el reflejo provenía de un objeto que estaba flotando a la deriva. Entonces, giró el timón suavemente y se dirigió lentamente hacia la playa para tratar de acercarse lo más posible hacia aquel objeto brilloso que flotaba unos metros más adelante, mientras el sol ejercía a pleno el influjo de su reinado y lo sometía sin piedad al rigor de sus rayos.
Luego de anclar la embarcación, se acercó con su pequeño bote de goma salvavidas hacia el objeto, y al llegar pudo verificar después de unos instantes de sorpresa, que se trataba de una botella de vidrio, cerrada con un tapón de corcho, y que en su interior había un papel enrollado, atado con una cinta. Entonces, retornó al barco con la botella, y trató de extraer el tapón de corcho que estaba firmemente adherido, para verificar su contenido.
Fue allí, que al tratar de sacar el tapón con toda su fuerza, se rompió en astillas el pico de vidrio de la botella y sin saber el motivo, mágicamente se encontró de pronto inmerso en un pequeño islote rocoso en otra dimensión de espacio y tiempo. La vegetación del lugar solo le permitía verificar visualmente los alrededores y entonces, aunque sentía esa particular y ominosa sensación que produce el miedo a lo desconocido, trató de internarse en el islote para tratar de descubrir lo que había dentro de él.
En un momento dado, y encandilado por el intenso sol, le pareció ver la sombra de un hombre que se desplazaba detrás de unos árboles. Desesperado comenzó a gritarle con la esperanza que le respondiera, pero como nadie le contestaba, pensó que seguramente había sido una ilusión óptica. La situación era enloquecedora porque el tiempo transcurría y su mente se negaba a asimilar la situación irreal en la que se encontraba.
Sorpresivamente, vio algo que relucía oculto entre unas plantas y se abalanzó sobre él con ansiedad. Era la botella de vidrio con el pico astillado, que estaba tirada en el suelo. Entonces alzó la botella y la sostuvo en la mano, contemplándola una y otra vez, como hipnotizado por la incredulidad. Ella constituía la única prueba que verificaba que había estado en el barco, y era el ancla que lo mantenía amarrado a la certeza real de su existencia.
De pronto, volvió a observar otra vez esa sombra que se deslizaba tras de un árbol, y en una acción desesperada arrojó hacia allí la botella que tenía en su mano con todas las fuerzas que pudo, y casi de inmediato escuchó un alarido desgarrador que rompió el silencio de la tarde. Luego se dirigíó corriendo hacia ese lugar, mientras todo a su alrededor se volvía borroso e irreal, hasta que al llegar emitió una exclamación de espanto al encontrar tirado sobre el piso de tierra el cuerpo del mafioso que tanto habían buscado.
Éste yacía desgarbado, con el pico de vidrio astillado de la botella clavada en su pecho, temblando en una lenta agonía, en tanto su cuerpo, bajo los efectos de los rayos del sol, se iba derritiendo con sus ojos abiertos y una mueca macabra en su boca. Aterrorizado frente esa tétrica visión, observó como se diluía lentamente su cuerpo, formando un charco burbujeante y espumoso en el lugar donde se encontraba tendido.
Fue en ese momento que se recuperó de su desmayo, al despertarse tirado sobre la dura cubierta del barco y a su lado estaba el tapón y la botella rota que contenía el papel enrollado. El sol lo golpeaba sin misericordia y al poner la mano sobre su cabeza advirtió que su cabello ardía, mientras sentía la boca pastosa y la lengua reseca.
Se reincorporó como pudo y fue a protegerse del sol en la cucheta, donde tomó agua fresca para reanimarse. Luego de un tiempo prudencial, y ya bastante recuperado, desenrolló el papel que estaba inmerso en la botella y observó que se trataba del plano de la zona en que se encontraba y justamente alguien había escrito con sangre la palabra SOS sobre la silueta de un islote pequeño, que estaba emplazado muy cerca de la costa donde estaba navegando.
Entonces tomó sus binóculos y observó a lo lejos como la espuma del mar besaba la silueta de las playas de aquel pequeño islote en el mar, mientras que su mente lo incitaba una y otra vez, para que ponga proa hacia allí a fin de dilucidar el misterio. Al dirigirse rápidamente hacia el islote, buscó tener consigo su arma reglamentaria, intuyendo que posiblemente aquel sueño habría sido una premonición del destino.
Como esa tarea le había alterado bastante los nervios, el Oficial planificó unas vacaciones de descanso con su pequeña embarcación. Quería realizar un placentero itinerario de puerto en puerto y de río en mar, por las diferentes costas de la Región. En una tarde muy calurosa mientras el sol intenso caía con fuerza desde cielo, se encontraba en la soledad reinante envuelto en una cálida brisa marina, navegando en forma tranquila y distendida sobre las suaves olas del mar, cuando repentinamente un reflejo luminoso le llamó la atención cerca de la playa.
Al fijar la vista muy intrigado, observó por un instante que el reflejo provenía de un objeto que estaba flotando a la deriva. Entonces, giró el timón suavemente y se dirigió lentamente hacia la playa para tratar de acercarse lo más posible hacia aquel objeto brilloso que flotaba unos metros más adelante, mientras el sol ejercía a pleno el influjo de su reinado y lo sometía sin piedad al rigor de sus rayos.
Luego de anclar la embarcación, se acercó con su pequeño bote de goma salvavidas hacia el objeto, y al llegar pudo verificar después de unos instantes de sorpresa, que se trataba de una botella de vidrio, cerrada con un tapón de corcho, y que en su interior había un papel enrollado, atado con una cinta. Entonces, retornó al barco con la botella, y trató de extraer el tapón de corcho que estaba firmemente adherido, para verificar su contenido.
Fue allí, que al tratar de sacar el tapón con toda su fuerza, se rompió en astillas el pico de vidrio de la botella y sin saber el motivo, mágicamente se encontró de pronto inmerso en un pequeño islote rocoso en otra dimensión de espacio y tiempo. La vegetación del lugar solo le permitía verificar visualmente los alrededores y entonces, aunque sentía esa particular y ominosa sensación que produce el miedo a lo desconocido, trató de internarse en el islote para tratar de descubrir lo que había dentro de él.
En un momento dado, y encandilado por el intenso sol, le pareció ver la sombra de un hombre que se desplazaba detrás de unos árboles. Desesperado comenzó a gritarle con la esperanza que le respondiera, pero como nadie le contestaba, pensó que seguramente había sido una ilusión óptica. La situación era enloquecedora porque el tiempo transcurría y su mente se negaba a asimilar la situación irreal en la que se encontraba.
Sorpresivamente, vio algo que relucía oculto entre unas plantas y se abalanzó sobre él con ansiedad. Era la botella de vidrio con el pico astillado, que estaba tirada en el suelo. Entonces alzó la botella y la sostuvo en la mano, contemplándola una y otra vez, como hipnotizado por la incredulidad. Ella constituía la única prueba que verificaba que había estado en el barco, y era el ancla que lo mantenía amarrado a la certeza real de su existencia.
De pronto, volvió a observar otra vez esa sombra que se deslizaba tras de un árbol, y en una acción desesperada arrojó hacia allí la botella que tenía en su mano con todas las fuerzas que pudo, y casi de inmediato escuchó un alarido desgarrador que rompió el silencio de la tarde. Luego se dirigíó corriendo hacia ese lugar, mientras todo a su alrededor se volvía borroso e irreal, hasta que al llegar emitió una exclamación de espanto al encontrar tirado sobre el piso de tierra el cuerpo del mafioso que tanto habían buscado.
Éste yacía desgarbado, con el pico de vidrio astillado de la botella clavada en su pecho, temblando en una lenta agonía, en tanto su cuerpo, bajo los efectos de los rayos del sol, se iba derritiendo con sus ojos abiertos y una mueca macabra en su boca. Aterrorizado frente esa tétrica visión, observó como se diluía lentamente su cuerpo, formando un charco burbujeante y espumoso en el lugar donde se encontraba tendido.
Fue en ese momento que se recuperó de su desmayo, al despertarse tirado sobre la dura cubierta del barco y a su lado estaba el tapón y la botella rota que contenía el papel enrollado. El sol lo golpeaba sin misericordia y al poner la mano sobre su cabeza advirtió que su cabello ardía, mientras sentía la boca pastosa y la lengua reseca.
Se reincorporó como pudo y fue a protegerse del sol en la cucheta, donde tomó agua fresca para reanimarse. Luego de un tiempo prudencial, y ya bastante recuperado, desenrolló el papel que estaba inmerso en la botella y observó que se trataba del plano de la zona en que se encontraba y justamente alguien había escrito con sangre la palabra SOS sobre la silueta de un islote pequeño, que estaba emplazado muy cerca de la costa donde estaba navegando.
Entonces tomó sus binóculos y observó a lo lejos como la espuma del mar besaba la silueta de las playas de aquel pequeño islote en el mar, mientras que su mente lo incitaba una y otra vez, para que ponga proa hacia allí a fin de dilucidar el misterio. Al dirigirse rápidamente hacia el islote, buscó tener consigo su arma reglamentaria, intuyendo que posiblemente aquel sueño habría sido una premonición del destino.
Publicado en Convocatorias de Relatos. Taller Virtual II.
Incluido en el libro Una botella al mar.
Blog Beatriz Chiabrera de Marchisone
Crusellas, Santa Fe. Argentina. Marzo 2020.
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