― Cuídate nena ―, le decía su
madre esa mañana cuando siendo una niña la dejaba en el colegio.
Quería que se cuidara en la escuela cuando ella no estaba. De pronto se despertó de ese
sueño y luego de sentarse en la cama, permaneció inmóvil, tratando
de que aquella vivencia de su lejana infancia fuese disipada por la
noción de la realidad. Justamente hoy su madre cumplía los
ochenta años.
Entonces, se puso a analizar y repasar su relación con ella en ese último tiempo. Recordó con mucha pena sus continuos enojos, su falta de paciencia y el desaliento provocados por sus permanentes olvidos y desatenciones. Recién cuando llegó el momento en que ya no podía conversar con ella porque no la reconocía, cayó en la cuenta de que realmente su madre necesitaba una urgente asistencia médica.
Cuando el facultativo le confirmó que ella tenía el mal de Alzheimer, comprendió la nueva contingencia que debía sobrellevar en su vida. Fue allí que la internaron en un establecimiento geriátrico especializado, al que concurría a visitarla todos los días y hoy la llevaría a su casa para celebrar su cumpleaños. Cuando miró el reloj de la mesita de luz y vio que eran las dos de la mañana, se recostó nuevamente en la cama, para volver a conciliar el sueño.
Ese mismo día por la tarde organizó la reunión familiar. Con su pelo blanco, su madre estaba sentada en una mecedora con una hermosa manta sobre su regazo y sus bondadosos ojos se ocultaban tras un par de gruesos cristales. Al verla tan silenciosa como siempre, tuvo el inmenso deseo de que en ese día de cumpleaños se produjera el milagro, y aunque sea por un momento, se despertara de ese letargo en que estaba sumergida.
Y el milagro se produjo al despedirse en el geriátrico por la noche, cuando percibió el brillar de sus pupilas y volvió a escuchar de su boca aquella frase de:
― Cuídate nena ―, que su madre siempre le decía cuando ella era niña y la dejaba en la escuela. Entonces, muy emocionada y con lágrimas en los ojos, le respondió con el mismo sentimiento de amor y devoción, que aquel tiempo tenía su madre cuando ella no estaba:
Entonces, se puso a analizar y repasar su relación con ella en ese último tiempo. Recordó con mucha pena sus continuos enojos, su falta de paciencia y el desaliento provocados por sus permanentes olvidos y desatenciones. Recién cuando llegó el momento en que ya no podía conversar con ella porque no la reconocía, cayó en la cuenta de que realmente su madre necesitaba una urgente asistencia médica.
Cuando el facultativo le confirmó que ella tenía el mal de Alzheimer, comprendió la nueva contingencia que debía sobrellevar en su vida. Fue allí que la internaron en un establecimiento geriátrico especializado, al que concurría a visitarla todos los días y hoy la llevaría a su casa para celebrar su cumpleaños. Cuando miró el reloj de la mesita de luz y vio que eran las dos de la mañana, se recostó nuevamente en la cama, para volver a conciliar el sueño.
Ese mismo día por la tarde organizó la reunión familiar. Con su pelo blanco, su madre estaba sentada en una mecedora con una hermosa manta sobre su regazo y sus bondadosos ojos se ocultaban tras un par de gruesos cristales. Al verla tan silenciosa como siempre, tuvo el inmenso deseo de que en ese día de cumpleaños se produjera el milagro, y aunque sea por un momento, se despertara de ese letargo en que estaba sumergida.
Y el milagro se produjo al despedirse en el geriátrico por la noche, cuando percibió el brillar de sus pupilas y volvió a escuchar de su boca aquella frase de:
― Cuídate nena ―, que su madre siempre le decía cuando ella era niña y la dejaba en la escuela. Entonces, muy emocionada y con lágrimas en los ojos, le respondió con el mismo sentimiento de amor y devoción, que aquel tiempo tenía su madre cuando ella no estaba:
― Cuídate mamá.
Seleccionado
Concurso de Relatos breves. Vivencias.
Publicado en el libro: Vivencias III.
Letras con Arte. España. Marzo 2020.
Publicado en el libro: Vivencias III.
Letras con Arte. España. Marzo 2020.
muy bueno,valio la lagrima,cuñado
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