Estaba en la vinoteca sentado
entre fantasía y realidad,
cuando lo probaba a un vino añejado
inmerso en una triste soledad.
Fue entonces que de manera gradual
sentí otra vez el amor florecer,
y al trasluz de la copa de cristal
vislumbré la imagen de una mujer.
De pronto y realizando ademanes
ingresaron ruidosos parroquianos,
que recitaban risueños refranes
haciendo palmotear a sus manos.
"El vino lo creó un Dios bondadoso
para darle al hombre felicidad.
¡Muchas gracias, Dios todopoderoso,
que por siempre se haga tu voluntad!"
Buscaban en la copla la alegría
y mientras veía e ella con fervor,
la copa de vino y la poesía
me conducían a mi antiguo amor.
Finalista X Certamen de Poesías. Mesa de Ocaña.
Incluido en el libro: Semillas de la guerra.
Letras como Espada. España. Agosto 2024.
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