Cuando trato de rememorar el origen y las causas del problema, me tengo que remontar a la larga espera que tuve en aquella vieja estación suburbana. Mientras aguardaba el tren, observaba desde el andén la estela de rieles de hierro, paralelos e inacabables, apoyados sobre balastos y durmientes. Me rodeaban impacientes viajeros de diversos lugares, que esperaban taciturnos, en esa diaria y monótona rutina laborable.
Se escuchaban los pregones de vendedores ambulantes, en tanto un perro de escuálida estampa recorría la estación en busca de su porción diaria. Ese humilde andén añoraba muchas escobas y se destacaban al final a la derecha, las puertas sucias de los procaces baños, donde muchos inadaptados se sentían poetas. Un cartel luminoso indicó que el tren venía atrasado y mientras esperaba parado, poco a poco, iban llegando más y más pasajeros. Sentarme era imposible, porque los escasos bancos disponibles estaban ocupados.
Por fin, después de una larga espera, apareció el tren a lo lejos, que entró en la vieja estación ante una multitud de pasajeros esperando. Cuando se detuvo, fui comprimido en la puerta del vagón hacia el interior, empujado por aquellos que desesperadamente trataban de ingresar. Fue recién al llegar a destino, cuando comprobé la desaparición de mi billetera.
Finalista VI Concurso de Cuentos breves. Viajes.
Incluido en el libro Odisea.
Creatividad Literaria. España. Agosto 2021.
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