Atrapado con barrotes invisibles, pero reales, en esta jaula de muerte, comenzó a surgir en mi mente como a través de un velo, un recuerdo de la última visita que le hice en mi infancia a mi abuelo, en el hospital donde estaba internado.
Yo lo quería mucho, porque siempre me contaba cuentos y jugaba conmigo alegre y divertido. Ese día al ver su cara arrugada y sus achaques, realmente me parecía muy viejo.
― ¿Cuántos años tienes abuelo? ― , le pregunté de golpe .
― Tengo ochenta años ― , me contestó sonriendo mi abuelo.
― Entonces, te falta poco para morir― , le dije con el candor e inocencia propio de un niño y luego, al darme cuenta que había metido la pata, me quedé callado y pensativo.
Mi abuelo se rió sin darle importancia a mis palabras, comprendiendo que tal vez, se me había revelado de golpe una verdad demasiado brutal para mi comprensión infantil.
Ahora, a punto de romper las cadenas que me sujetan a lo terrenal, internado en cuarentena en terapia intensiva por la pandemia del coronavirus, yo no puedo recibir la visita de mi nieto en el hospital como mi abuelo en aquel entonces, y por eso me produce una enorme nostalgia el rememorar esa anécdota de mi niñez.
Seleccionado VI Concurso Internacional de Prosa.
Publicado en libro Recordando mi niñez.
Versos compartidos. Uruguay. Septiembre 2020.
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