Después
de trabajar todo el día en la oficina con aire acondicionado,
comencé a prepararme
para regresar a casa, pensando que afuera en esa tarde calurosa de
verano, la temperatura rondaría en los cuarenta grados. Cuando
salí a la
calle
el golpe de calor fue brutal. Traté de recobrarme como pude, y recorrí las cuatro cuadras para tomar el colectivo, buscando caminar
por las sombras para no quedar expuesto a los ardientes rayos del
sol.
Cuando
llegué exhausto a la parada, había una muchacha hermosa con los
mismos síntomas de abatimiento, pero tenía más suerte que yo,
debido a la poca ropa que llevaba, y me quedé pensando si no la
afectaría el aire frío cuando subiese al colectivo con aire
acondicionado. Pero
al arribar, vi que tenía las ventanillas abiertas, por
lo que era evidente que no contaba con refrigeración.
Cuando
ascendí al colectivo, los pasajeros estaban apretujados y el ambiente era
bochornoso. Tuve que viajar parado tomado del pasamanos, apretado
junto con la chica que había subido conmigo. Entonces, cerré los ojos,
pensando en cada bamboleo del trayecto, en lo agradable que hubiese
sido ese viaje, si la temperatura en el vehículo hubiese sido la
ideal.
En
esos momentos, completamente aletargado por el calor, una cólera
creciente se fue gestando en mi interior contra los empresarios del transporte. Pero esa cólera se incrementó mucho
más cuando bajé, al percatarme que me habían robado mi billetera
con mi dinero y todos mis documentos.
Creatividad
Literaria. España. Agosto 2020.
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