Un canto emitía al amanecer,
con un rezo ardiente al final del día,
y el último indio que el cerro tenía
se sintió enfermar un anochecer.
Al intuir ya cerca su fenecer
se cobijó donde el río nacía,
y a nadie le importó si se moría
ni se apiadaron de su padecer.
El silencio al cerro lo rodeaba
mientras su imagen veía alejar,
sobre una deidad que se la llevaba.
Y ese cerro nunca pudo olvidar
el ocaso cuando el indio rezaba,
y la aurora en que se oía su cantar.
VIII Concurso de Sonetos. Tardes de verano.
Incluido en el libro Panteón de los sueños.
Creatividad Literaria. España. Septiembre 2023.
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