Después de aquel trágico accidente de aviación en el mar, el destino no me dio otra opción y nunca olvidaré esa gran aventura en mi vida que duró cuatro largos e interminables años. Tuve la suerte de salir sano y salvo de ese naufragio y pude llegar hasta una isla de rocas volcánicas deshabitada, poblada de palmeras y aislada por completo del mundo.
Allí, a pesar de mi inexperiencia, logré obtener los elementos indispensables para la vida y la subsistencia, como los alimentos y el agua dulce. Con mucho esfuerzo pude encender el fuego y luego encontrar una cueva adecuada para guarecerme de las inclemencias climáticas.
En ese tiempo algunas frustraciones y el hecho de estar alejado de la mujer que amada me deprimieron y me llevaron a pensar en la muerte, abandonando la lucha. Pero por suerte, en mi espíritu pudieron resurgir las esperanzas y así logré finalmente construir una balsa muy precaria, con la que milagrosamente pude escapar de esa isla, enfrentando las mareas.
Claro que me ayudó mucho la compañía de Wilson, que lamentablemente desapareció para siempre, al caerse de la balsa en ese mar bravío, arrastrado por una ola furiosa. Para mí fue realmente un amigo entrañable, aunque algunos materialitas escépticos dicen que solo era una deteriorada pelota de voley.
Finalista VIII Concurso de Relatos breves. Héroes cotidianos.
Incluido en el libro Anónimos.
Creatividad Literaria. España. Julio 2023.
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