En la habitación de un un hospital, me encontré con un viejo amigo, que estaba con la pierna enyesada caminando con unas muletas.
―¿Qué te pasó? ―, le pregunté intrigado.
―Tuve un accidente jugando al fútbol―, me contestó.
―Te cuento que un día decidimos jugar un partido de fútbol con los muchachos del barrio. Como en el parque estaban todas las canchas ocupadas, solo encontramos un pequeño potrerito rodeado de un pastizal, en el que estaban jugando un montón de chiquilines.
― Supongo que esperaron que terminen de jugar ―, le dije.
― No, directamente los echamos con prepotencia y empezamos el partido rodeados por ellos, que se quedaron al costado de la cancha mirando muy enojados. A los pocos minutos se produjo un córner a nuestro favor y me mandaron a patearlo. Al ir a buscar la pelota que estaba entre los pastos de atrás del arco, un pibe la tiró justo en el lugar donde se suponía que estaba la esquina de la canchita. Mientras mis compañeros se ubicaban frente al arco, me alejé unos metros, tomé carrera y tiré el centro al área con toda mi fuerza.
― ¿Y qué pasó? ―, le pregunté intrigado.
― Los chicos para vengarse, habían cambiado la pelota por una imitación metálica que pesaba una enormidad. Al patearla me quebré la tibia y el peroné ―, me dijo señalándome el yeso.
― Me imagino el dolor que sufriste – atiné a decirle.
― Esto no es nada, el que está realmente muy mal, es el que luego cabeceó el centro.
Finalista VI Concurso de Cuentos breves. Otoño.
Incluido en el libro: Niño interior.
Creatividad Literaria. España. Noviembre 2021.
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