El investigador estaba en esa tarde de invierno observando un recodo contaminado
del Riachuelo de Buenos Aires. Allí el sol se ocultaba bajo unos pocos arbustos
solitarios, mientras en un costado, junto a unos desechos apoyados sobre unos sucios follajes, se encontraban unos ranchos desvencijados, donde
muchas personas vivían en la indigencia.
Seguramente ese paisaje varios
siglos atrás habría sido de un color verde acogedor, pero el devenir del tiempo
lo había transformado en un espacio muy desagradable. Fue precisamente por ese Riachuelo cercano a la Boca
donde las proas españolas vinieron navegando a los tumbos entre los camalotes,
como decía Borges en su bella poesía sobre la fundación mística de Buenos
Aires.
Los estudios que el investigador estaba realizando para la Facultad, le
indicaban que podrían haber desembarcado justamente en ese recodo, el que estaba habitado
en aquel entonces por los seres originarios de esas tierras.
Parado en ese lugar, el investigador pensaba sonriendo que seguramente hoy no se hubiera producido aquella primera fundación de Buenos Aires, porque nadie desearía desembarcar viendo ese estado de indigencia, suciedad y contaminación ambiental en que se encontraba.
Parado en ese lugar, el investigador pensaba sonriendo que seguramente hoy no se hubiera producido aquella primera fundación de Buenos Aires, porque nadie desearía desembarcar viendo ese estado de indigencia, suciedad y contaminación ambiental en que se encontraba.
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