Antes de
convertirse en uno de los más renombrados y cotizados escritores del país era
un mediocre fracasado y para sobrevivir con su taller literario, trataba de aparentar
ser un escritor experimentado y con mucho oficio. Cuando ella vino por primera vez a su taller le produjo una impresión muy
desagradable, porque era fea, regordeta y tímida, con una mirada huidiza y un
tono de voz excesivamente bajo. Le expresó su deseo de aprender a escribir
cuentos, pero creía no tener condiciones y no sabía si continuaría luego del
primer mes. Era una prueba que ella quería realizar.
Llegaba puntualmente, se sentaba en un lugar apartado y escuchaba sin participar, tomaba apuntes en su cuaderno y se retiraba rápidamente sin conversar con nadie. Al final del mes recién le estregó su primer trabajo.
― Le ruego por favor que no lo comente en clase porque es muy malo ―, le dijo como un susurro y con la mirada baja, mientras el rubor invadía sus mejillas.
Esa noche en su departamento y antes de acostarse, comenzó a leer con desgano su relato presintiendo su mala calidad. Pero su sorpresa fue creciendo a medida que lo leía, porque las emociones de los personajes de la historia parecían alcanzarlo. La tensión de la trama le hizo apresurar la lectura y el inesperado final apareció luego con un dramatismo incontenible. Lentamente fue volviendo a la realidad. Era una obra maestra, un cuento brillante digno de un escritor experimentado. Entonces comprendió que con su aparente timidez y su imagen pobre y regordeta, ella ocultaba un espíritu literario atrevido y desenvuelto que lo manifestaba magistralmente a través de sus personajes.
En la siguiente clase realizó una crítica del material entregado por sus alumnos. Cuando llegó el turno de ella le dijo que lo haría personalmente al concluir la clase, respetando el expreso pedido que le había hecho. De esa manera, después de que todos se retiraran opinó favorablemente sobre el material que le había suministrado. En los días siguientes, cuando terminaba las clases le fue dedicando a ella algunos minutos, pero ese tiempo se fue ampliando poco a poco, a medida que crecía su curiosidad por atravesar los estratos profundos de la personalidad de su alumna.
Así fue comprendiendo que a pesar de lo tímido de su carácter, había en ella un fuego literario apasionado que se hallaba completamente encubierto en su interior. Se enteró que sus padres habían fallecido cinco años atrás en un accidente automovilístico y ella era hija única. No tenía otros familiares y nunca había tenido amigos, novio o amante. Vivía de la renta proporcionada por el alquiler de varios departamentos heredados y pasaba los días recluida leyendo o escribiendo.
Con el pasar del tiempo lentamente fueron intimando y se quedaban después de las clases charlando entretenidos durante varias horas. Su indiferencia inicial y posterior curiosidad, se fue convirtiendo en una gran admiración por ella.
―“¡Por fin he encontrado a alguien, con quien mantener un diálogo literario rico e interesante!” ―, pensaba, mientras la escuchaba comentar sus trabajos.
De todas formas, ya desde un principio nada en ella le atraía en lo físico, salvo ese don literario que poseía en su interior que era lo que realmente le apasionaba. Desde que comenzó el curso sus relatos crecieron en audacia y ante algunos temas profundos que trataban en sus conversaciones él debió ocultar su ignorancia. Ella tenía una memoria asombrosa y sus cuentos eran excepcionales. Hasta que llegó un momento dado donde él se percató que la alumna evidentemente superaba con creces al maestro.
Llegaba puntualmente, se sentaba en un lugar apartado y escuchaba sin participar, tomaba apuntes en su cuaderno y se retiraba rápidamente sin conversar con nadie. Al final del mes recién le estregó su primer trabajo.
― Le ruego por favor que no lo comente en clase porque es muy malo ―, le dijo como un susurro y con la mirada baja, mientras el rubor invadía sus mejillas.
Esa noche en su departamento y antes de acostarse, comenzó a leer con desgano su relato presintiendo su mala calidad. Pero su sorpresa fue creciendo a medida que lo leía, porque las emociones de los personajes de la historia parecían alcanzarlo. La tensión de la trama le hizo apresurar la lectura y el inesperado final apareció luego con un dramatismo incontenible. Lentamente fue volviendo a la realidad. Era una obra maestra, un cuento brillante digno de un escritor experimentado. Entonces comprendió que con su aparente timidez y su imagen pobre y regordeta, ella ocultaba un espíritu literario atrevido y desenvuelto que lo manifestaba magistralmente a través de sus personajes.
En la siguiente clase realizó una crítica del material entregado por sus alumnos. Cuando llegó el turno de ella le dijo que lo haría personalmente al concluir la clase, respetando el expreso pedido que le había hecho. De esa manera, después de que todos se retiraran opinó favorablemente sobre el material que le había suministrado. En los días siguientes, cuando terminaba las clases le fue dedicando a ella algunos minutos, pero ese tiempo se fue ampliando poco a poco, a medida que crecía su curiosidad por atravesar los estratos profundos de la personalidad de su alumna.
Así fue comprendiendo que a pesar de lo tímido de su carácter, había en ella un fuego literario apasionado que se hallaba completamente encubierto en su interior. Se enteró que sus padres habían fallecido cinco años atrás en un accidente automovilístico y ella era hija única. No tenía otros familiares y nunca había tenido amigos, novio o amante. Vivía de la renta proporcionada por el alquiler de varios departamentos heredados y pasaba los días recluida leyendo o escribiendo.
Con el pasar del tiempo lentamente fueron intimando y se quedaban después de las clases charlando entretenidos durante varias horas. Su indiferencia inicial y posterior curiosidad, se fue convirtiendo en una gran admiración por ella.
―“¡Por fin he encontrado a alguien, con quien mantener un diálogo literario rico e interesante!” ―, pensaba, mientras la escuchaba comentar sus trabajos.
De todas formas, ya desde un principio nada en ella le atraía en lo físico, salvo ese don literario que poseía en su interior que era lo que realmente le apasionaba. Desde que comenzó el curso sus relatos crecieron en audacia y ante algunos temas profundos que trataban en sus conversaciones él debió ocultar su ignorancia. Ella tenía una memoria asombrosa y sus cuentos eran excepcionales. Hasta que llegó un momento dado donde él se percató que la alumna evidentemente superaba con creces al maestro.
Sin embargo,
ella no le daba importancia a sus escritos, ni tenía intención
de publicarlos para hacerlos conocer al mundo. Por más que él le insistía que
los presentara en concursos literarios ella se negaba sistemáticamente. No deseaba
figurar en ninguna parte porque la escritura sólo constituía un medio de desahogo
de su triste vida interior. De esa manera, y como estaban dadas las cosas, su
arte hubiera quedado en el anonimato para siempre.
Fue así que un día el escritor tuvo una corazonada y le propuso inocentemente que le permitiera presentarse él con sus cuentos en los concursos, como forma de constatar lo que opinaban los jurados sobre su calidad literaria. Como ella aceptó algo temerosa, entonces, con la intención de ir mejorando la relación afectiva, en cada beso de despedida se acercaba un poco más efusivamente a su boca.
La realidad le dio la razón sobre la excelencia de esos cuentos, de modo que comenzó a ganar varios certámenes literarios y cuando él le transmitía la buena noticia, ella se ponía muy alegre. Pero no le daba ninguna trascendencia, ni le importaba para nada que fuera él a los actos de premiación y que también recibiera los montos de los premios. Ella decía que ese dinero no lo necesitaba y hacía que él se quedara con todos los diplomas y medallas, como recuerdo de aquella amistad.
Hasta que, finalmente, después de obtener un premio muy importante, una afamada editorial lo llamó para publicar un libro de cuentos, con una selección de todas sus obras premiadas. Lo citaron para el día siguiente por la mañana, con la intención de firmar un contrato que era realmente muy interesante. Cuando por la tarde la llamó para darle la noticia, la invitó esa noche por primera vez a su departamento para celebrar ese grato acontecimiento y ella aceptó muy contenta. Entonces compró flores y preparó una cena con sus platos preferidos, además de poner dos botellas de champaña en la heladera.
Para su sorpresa, ella llegó a la cita con un vestido muy escotado y ceñido al cuerpo, con la espalda descubierta y un pronunciado tajo en su falda. Entonces él se dio cuenta a través de sus gestos, sus palabras, la entonación de su voz y la fragancia que emanaba de su piel, que realmente era ella quien se proponía seducirlo.
Le entregó el ramo de flores y después cenaron a la luz de las velas, mientras tomaban las dos botellas de champaña. Luego endulzaron sus paladares con un sabroso postre y paulatinamente fue naciendo la pasión con besos y caricias, hasta que sucedió aquello que inevitablemente tenía que suceder. Ya en la madrugada, desnudos sobre las sábanas revueltas de la cama y mucho más calmados, ella le comentó de su desasosiego y la inestabilidad emocional que tenía antes de conocerlo.
Le contó que a partir de sus primeras conversaciones se había enamorado de él perdidamente, en forma tan apasionada y sorprendente, que le cambió el sentido a su vida. Le confesó que esa noche estuvo plena de sensaciones femeninas al sentirse atractiva por primera vez en su vida y poder así disfrutar de su capacidad de seducción. Entonces él la besó con ardor y le juró amor eterno, sin dejar de pensar en el monto del suculento contrato que firmaría dentro de unas pocas horas.
A partir de ese momento comenzó todo este último período exitoso en su vida de escritor que ha estado compartiendo en pareja con ella. Obviamente, él nunca le confesó que realmente no lo atraía y el suplicio que le resultaba fingir estar enamorado y satisfacer sexualmente su permanente y constante excitación interior, que provocaba en ella nuevas y prodigiosas creaciones literarias.
Fue así que un día el escritor tuvo una corazonada y le propuso inocentemente que le permitiera presentarse él con sus cuentos en los concursos, como forma de constatar lo que opinaban los jurados sobre su calidad literaria. Como ella aceptó algo temerosa, entonces, con la intención de ir mejorando la relación afectiva, en cada beso de despedida se acercaba un poco más efusivamente a su boca.
La realidad le dio la razón sobre la excelencia de esos cuentos, de modo que comenzó a ganar varios certámenes literarios y cuando él le transmitía la buena noticia, ella se ponía muy alegre. Pero no le daba ninguna trascendencia, ni le importaba para nada que fuera él a los actos de premiación y que también recibiera los montos de los premios. Ella decía que ese dinero no lo necesitaba y hacía que él se quedara con todos los diplomas y medallas, como recuerdo de aquella amistad.
Hasta que, finalmente, después de obtener un premio muy importante, una afamada editorial lo llamó para publicar un libro de cuentos, con una selección de todas sus obras premiadas. Lo citaron para el día siguiente por la mañana, con la intención de firmar un contrato que era realmente muy interesante. Cuando por la tarde la llamó para darle la noticia, la invitó esa noche por primera vez a su departamento para celebrar ese grato acontecimiento y ella aceptó muy contenta. Entonces compró flores y preparó una cena con sus platos preferidos, además de poner dos botellas de champaña en la heladera.
Para su sorpresa, ella llegó a la cita con un vestido muy escotado y ceñido al cuerpo, con la espalda descubierta y un pronunciado tajo en su falda. Entonces él se dio cuenta a través de sus gestos, sus palabras, la entonación de su voz y la fragancia que emanaba de su piel, que realmente era ella quien se proponía seducirlo.
Le entregó el ramo de flores y después cenaron a la luz de las velas, mientras tomaban las dos botellas de champaña. Luego endulzaron sus paladares con un sabroso postre y paulatinamente fue naciendo la pasión con besos y caricias, hasta que sucedió aquello que inevitablemente tenía que suceder. Ya en la madrugada, desnudos sobre las sábanas revueltas de la cama y mucho más calmados, ella le comentó de su desasosiego y la inestabilidad emocional que tenía antes de conocerlo.
Le contó que a partir de sus primeras conversaciones se había enamorado de él perdidamente, en forma tan apasionada y sorprendente, que le cambió el sentido a su vida. Le confesó que esa noche estuvo plena de sensaciones femeninas al sentirse atractiva por primera vez en su vida y poder así disfrutar de su capacidad de seducción. Entonces él la besó con ardor y le juró amor eterno, sin dejar de pensar en el monto del suculento contrato que firmaría dentro de unas pocas horas.
A partir de ese momento comenzó todo este último período exitoso en su vida de escritor que ha estado compartiendo en pareja con ella. Obviamente, él nunca le confesó que realmente no lo atraía y el suplicio que le resultaba fingir estar enamorado y satisfacer sexualmente su permanente y constante excitación interior, que provocaba en ella nuevas y prodigiosas creaciones literarias.
Excelente cuento amigo mio.Tu condición de escritor esta mas que demostrada y no dejar que baje tu calidad, demuestra tu magnifica personalidad.
ResponderEliminarGracias Jordi, te mando un abrazo.
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