Era un androide que tenía una inteligencia artificial muy avanzada, aunque sin la capacidad de comprender los sentimientos humanos. Pero su programador buscando sacar rentabilidad a su creación, lo contrató para trabajar en un emprendimiento minero, aunque no estaba diseñado para ello.
Un día, mientras trabajaba dificultosamente en la mina, sucedió un siniestro. Se produjo un derrumbe que cubrió todas las entradas de las galerías, y quedó atrapado junto a un minero. Como el rescate se hizo muy dificultoso, después de varios días el minero murió al consumirse su fuente de oxígeno .
El androide no fue afectado, pero le quedó grabada en su memoria la agonía del minero, el que murió llorando porque no había cumplido con su meta en su paso por la vida, asiendo la foto de su familia en la casa que estaba construyendo. Allí fue que comprendió que los sentimientos humanos, tenían objetivos, anhelos e ilusiones que dejaban un legado en sus vidas.
Finalmente cuando se efectuó el rescate del cadáver, sacaron al androide que ya sin batería estaba inactivo. Una vez cargada nuevamente su fuente de energía, su desaprensivo programador le ordenó que vuelva nuevamente a su trabajo en la mina. Pero el androide no cumplió inmediatamente la orden, mientras pensaba dubitativo:
―¿Podré algún día lograr discernir si son injustas o no las órdenes que se me imparten?
El androide ya había incorporado en su memoria un incipiente sentimiento humano.
Finalista IX Concurso de Cuentos breves. Literatura fantástica.
Creatividad Literaria. España. Enero 2025.
No hay comentarios:
Publicar un comentario