Cuando el bravucón entró esa noche en el saloon del pueblo cundió el pánico entre los parroquianos. Todos lo saludaron con temor, salvo un viejo que permaneció silencioso en su mesa, junto a su pequeña copa.— ¿Quién te crees que eres que no me saludas?—, le espetó. Como el viejo siguió callado, alzó la copa de la mesa y mirándolo desafiante se la bebió de un trago. Fue allí cuando el viejo reaccionó. — Que mala suerte ... estoy deprimido, me quiero matar y viene usted y me toma el veneno.
Finalista
IX Certamen de Microrrelatos. Melgar.
Incluido en el libro: Romance.
Letras como Espada. España. Octubre 2023.
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