La mañana estaba tibia en el parque e invitaba a disfrutar de los rayos del sol en ese día completamente despejado de primavera. Una suave y cálida brisa jugaba con el verdor de las hojas y el color de las flores, que le daban un aspecto maravilloso a ese paisaje de la madre naturaleza. La pintora colocó el caballete y el lienzo sobre el apoyo, se sentó en un banquillo y puso cerca de él todo el material necesario para iniciar su tarea.
Con esa temperatura ideal y gozando de ese hermoso paisaje, al comenzar el cuadro ella sentía como que podía morir de felicidad en ese mismo instante. La pintora trató de atrapar con su mente cada detalle de esa magnífica escena que brotaba desde lo mas recóndito de su ser, buscando la forma de lograr creatividad, para darle mayor trascendencia a su obra.
Con el marcador, esbozó el modelo con el fondo del parque que había elegido para pintar, y en unos minutos la pureza del lienzo quedó inundada de trazos que dejó caer sobre él. Observó lo que había plasmado y cuando lo comparó con la belleza del paisaje que la rodeaba, pensó con una sonrisa que debería conformarlo bajo un cielo despejado con algunas nubes blanquecinas para darle más realce a su cuadro. Pero cuando levantó la vista al cielo, la sonrisa se transformó en una mueca de inquietud, porque un enorme nubarrón oscuro que irrumpía en el lejano horizonte era portador de un nefasto mensaje.
Sin embargo, no le dio demasiado importancia, pensando que tardaría bastante tiempo en llegar hasta allí. Entonces, analizó con tranquilidad los distintos pinceles hasta dar con el elegido. Lo asió y observó sus hebras y las acarició con los dedos, mientras abría la caja de acuarelas, admirando las múltiples tonalidades de los árboles y las flores de ese hermoso parque. Estudió bien cada pincelada, que fueron fluyendo sobre el lienzo al compás de su mano y mezcló los colores hasta crear el adecuado, con los tonos que quería definir con su pensamiento.
Bebía cada rasgo cuando apreciaba la belleza, y en cada delicado movimiento del pincel, la sonrisa se dibujaba en su rostro. Estaba tan absorbida en la realización de su obra, que no percibió que la tarde se había oscurecido mucho antes de lo esperado. Una brisa bastante fresca la sacudió, y quedó paralizada al mirar hacia el cielo cubierto por unos amenazantes nubarrones. Se preguntó con asombro cómo era posible que el clima soleado de hacía solo algunos momentos, confluyera tan abruptamente en ese inesperado final, preludio de una tormenta en ciernes.
Entonces sucedió lo inevitable. Sus ojos divisaron con pavor el impacto de una enorme gota de agua sobre el sendero del parque donde se encontraba pintando. Sabía que se trataba de una gota precursora detrás de la cual vendrían otras, y miró hacia todos lados evaluando las posibles vías de escape. Inmediatamente una segunda gota cayó a unos pocos centímetros, y ella convertida en un manojo de nervios, pensaba que se mojarían todos los elementos que había emplazado para pintar.
Rápidamente varias gotas gruesas cayeron a su alrededor y poco a poco esas gotas aisladas trocaron en una lluvia incipiente, mientras trataba de guardar todo apresuradamente. Pero la lluvia arreciaba y envuelta en una oscuridad abismal, las pesadas gotas que se multiplicaban y caían como proyectiles, la castigaban sin piedad.
Finalmente abandonó la lucha, dejándose llevar por la fuerza sobrenatural de aquel chaparrón que la sometía. Buscó un precario refugio bajo un frondoso árbol cercano, llevándose consigo el lienzo que estaba pintando, al que había enrollado como forma precaria de protegerlo. Las nubes oscuras se fueron desplazando por la acción del viento y en poco tiempo el cielo se fue despejando, en tanto el chaparrón iba amainando gradualmente.
Finalmente cuando cesó la lluvia, la pintora que estaba completamente empapada y tiritando de frío, al desenrollar el lienzo, observó con sorpresa que los colores se habían desplazado agradablemente. La lluvia había conformado el cielo de tal manera, que parecía que reflejaban el arco iris, que justamente acababa de aparecer en ese momento rodeado de blancas nubes. Era como si mágicamente la madre naturaleza se había apiadado de ella y decidió aportar su parte de color en el cielo de esa obra magistral.
Seleccionado Concurso de cuentos cortos
Incluido en la antología Cuentos cortos.
Rotary Club Lomas de Zamora.
Buenos Aires. Argentina. Noviembre 2022.
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