En
unos espaciosos recodos que formaba el arroyo, había un pequeño
pueblo colindante con un hermoso valle situado entre las colinas.
Pero ese pueblo estaba bajo la influencia de alguna fuerza mágica,
que dominaba las mentes de sus habitantes. Frecuentemente observaban
que ocurrían extraños sucesos y escuchaban raras melodías o voces
en el aire. En toda esa región abundaban las leyendas con sus
supersticiones. Los fantasmas aparecían con más frecuencia allí
que en ninguna otra parte y los monstruos habían elegido ese lugar
como escenario favorito para sus reuniones. Se relataban muchos
encuentros tétricos con espectros, así como gritos extraños y
lamentaciones de almas en pena. Había numerosos relatos de terribles
formas y sombras que se cruzaban en el camino. En el valle siempre
había aparecidos que se deslizaban permanentemente en la oscuridad
espectral de sus noches.
Era
allí donde vivía un maestro que se dedicaba a instruir a los niños
de la zona. Era un joven alto y bastante apuesto, que descreía por
completo de todas esas habladurías. La escuela que estaba bastante
deteriorada, se componía de un solo cuarto que estaba emplazada en
un lugar cercano al pueblo y al lado del arroyo. El maestro no tenía
realmente mucho apego a la docencia. Su vocación era la literatura y
deseaba fervientemente poder consagrar su vida a ella. Durante todo
ese tiempo que estuvo enseñando, había ahorrado ya bastante dinero
pensando trasladarse y vivir en la ciudad, a fin de dedicar su vida a
escribir.En
muchas ocasiones, después de terminar sus clases, se entretenía
escribiendo apuntes manuscritos, porque ansiaba editar un libro
relatando todas esas habladurías del valle. Generalmente lo hacía
sentado en un banco ubicado en el prado, junto al arroyo emplazado al
lado de la escuela.
El maestro era un permanente asistente a la misa
de los domingos por la mañana en la Iglesia del pueblo. Un día,
mientras se estaba celebrando la misa, descubrió allí a una joven
bellísima, hija única del granjero más rico del lugar. La granja
de su padre estaba situada a orillas del un río, algo alejada del
pueblo, en una de las zonas más fértiles del valle.Desde
el mismo momento que el maestro puso sus ojos en ella, terminó la
paz de su espíritu y su deseo ferviente fue alcanzar su amor. Ello
lo llevó a postergar su renuncia al cargo y su partida hacia la
ciudad. Pero tenía que encontrar el camino para llegar al corazón
de la muchacha.
Cada domingo que la veía, hablaban a la salida de la
Iglesia de generalidades. Ella le parecía muy distante y aunque el
maestro trató de hacerle algunas insinuaciones, no le daba
posibilidad alguna para manifestarle sus sentimientos. Luego de esas
charlas triviales, ella partía hacia la granja de su padre, en un
carruaje que la esperaba pacientemente frente a la Iglesia. Lo único
positivo que pudo lograr, era que le presentara a su progenitor, que
la acompañó un día a la Iglesia. Con
el granjero tuvo un trato que le llamó poderosamente la atención,
por lo amable y afectuoso. Cuando le contó que pensaba escribir una
novela, le dijo sonriendo que la paz y el entorno de su granja era
ideal para componer su obra literaria.
Unos días después de
conocerlo, en una bella tarde de otoño el maestro estaba dando clase
en su vieja escuela de piedra, cuando fue interrumpido por la
aparición de un mensajero que había llegado a caballo. Le llevaba
una invitación del granjero a su casa para asistir a la fiesta de su
cumpleaños, que se celebraría aquella misma noche.Esta
invitación, aunque súbita e inesperada, lo sorprendió gratamente y
dejó a todos los alumnos en libertad una hora antes del tiempo
usual. Los niños salieron gritando y haciendo toda clase de
travesuras, muy alegres por su pronta emancipación.
El maestro pasó
bastante tiempo arreglando y cepillando su traje más presentable,
para poder aparecer lo más agradable posible. Luego envolvió
prolijamente con papel de seda un libro, para obsequiárselo al
granjero. Para poder concurrir a la fiesta, le pidió prestado un
caballo a su amigo, que era el dueño de la casa donde se aposentaba.
Éste le contestó que no tenía problemas, pero le propuso ir a ese
cumpleaños juntos, porque también a él lo habían invitado.
Su
amigo que era algo mayor que él, poseía varias propiedades en el
pueblo y tenía una muy buena posición económica. Cuando partieron
en esa bella tarde de otoño, con un cielo claro y sereno, el valle
tenía un color amarillo y pardo. Algunos árboles mostraban una
intensa coloración anaranjada, púrpura y escarlata. Durante la
cabalgata y mientras bordeaban el arroyo, su amigo le fue contando
que conocía desde hacía mucho tiempo al granjero y a su hija. Le
dijo que pensaba que lo habían invitado a instancias de ella, dado
que no se llevaba bien con el granjero, porque lo consideraba un
pueblerino. Durante el trayecto fueron charlando sobre todas esas
cosas, en tanto el sol iba cayendo gradualmente en el horizonte,
alargando las sombras de las distantes colinas.
Finalmente,
ya en el anochecer, llegaron a la casa del granjero ubicada junto al
río. En esa fiesta de cumpleaños estaba la flor y nata de los
habitantes de las regiones adyacentes. Se había servido una mesa con
todos los productos gastronómicos más deliciosos de la zona. El
maestro saludó al granjero por su cumpleaños y luego de regalarle
el libro, éste le retribuyó el presente muy amablemente y con una
amplia sonrisa. Luego el maestro se apartó y permaneció en silencio
probando unos dulces, mientras miraba furtivamente los movimientos de
la hija.
El
granjero se movía entre sus huéspedes con una cara enmarcada por la
satisfacción y el buen humor. Demostraba su hospitalidad como jefe
de casa, estrechando la mano de todos. Repartía palmadas en los
hombros de los invitados, insistiendo que se acercaran a la mesa y se
sirvieran ellos mismos los manjares. De pronto, se oyó la música y
cuando comenzó el baile, el maestro le pidió a la hija que lo
acompañara. Él estaba muy orgulloso de su habilidad para danzar,
mientras ella le sonreía graciosamente a su amigo, quien los miraba
bailar muy entusiasmado, esperando su turno.
Cuando
luego la hija comenzó a bailar con su amigo, el maestro se acercó
al grupo de los invitados más viejos, que estaban con el granjero
relatando anécdotas acerca de aparecidos, espíritus, así como
casas, arroyos, puentes y campos encantados. El maestro siempre
prestaba muchísima atención a cada una de esas historias, dado que
luego irían a engrosar sus apuntes para confeccionar el libro que
pensaba escribir. Finalmente
la fiesta se fue acabando y al irse retirando la gente, aquel
escenario de ruidosa alegría fue quedando silencioso y desierto.
Pero el maestro buscaba retrasar su regreso, porque quería tener una
conversación a solas con la hija del granjero. Sin embargo, algo
anduvo mal en ese encuentro con la muchacha en un salón apartado,
porque terminó en seguida. Nunca nadie supo lo que realmente
hablaron.Al
terminar el diálogo, se lo vio salir al maestro con su rostro serio
y buscó abandonar la casa lo más discretamente posible. Le dijo a
su amigo que partiría solo de regreso y sin saludar a nadie, se
dirigió rápidamente al establo. Buscó su cabalgadura y emprendió
el viaje de regreso a lo largo del trayecto que habían realizado
aquella tarde con su amigo.
Cuando divisó en la noche el arroyo se
dirigió hacia él y luego de transitarlo largamente por sus orillas,
intentó cruzarlo por el puente que estaba junto a la iglesia. Luego
se dijo que en aquel preciso instante un ruido de algo extraño que
se movía en las oscuras aguas al borde del arroyo llegó a oídos
del maestro. De pronto, observó como que una sombra negra lo
acechaba en la noche y parecía lista como para abalanzarse sobre él.
A la mañana siguiente, el caballo del maestro apareció sin silla y
con la brida entre las patas, mientras mordía tranquilamente el
pasto. Los alumnos, que llegaron a la escuela a la hora acostumbrada,
pasaron el tiempo jugando en el prado a orillas del arroyo, porque el
maestro no aparecía y su amigo que lo hospedaba en su casa, empezó
a mostrar cierta preocupación ante la gente del pueblo.
Se
inició una diligente investigación que pronto permitió descubrir
algunos hechos. Se encontró la montura en un cierto lugar del camino
que conducía a la iglesia, pero estaba completamente inservible.
Siguieron las leves huellas del caballo que llegaban hasta el puente
y se encontraron al lado del arroyo las marcas de sus patas, junto a
otras muy raras y profundas en el suelo. Luego se rastreó el arroyo,
pero no pudieron descubrir su cuerpo. Se examinaron los efectos que
el maestro tenía en la casa del amigo. Consistían en viejas prendas
de vestir y ropa interior deteriorada y varios libros viejos llenos
de marcas.
Llamó
mucho la atención que por más que los buscaron, no se pudo hallar
ninguno de los escritos que estaba realizando, si bien se encontró
olvidado dentro de un cajón, un papel que contenía unos versos de
amor, que aparentemente estarían dedicados a la hija del granjero.
Como era soltero y no tenía parientes ni deudas, después de un
tiempo nadie del pueblo se preocupó más por él. La escuela donde
daba clases estaba en estado deplorable y se inauguró rápidamente
una nueva, que ya hacía bastante tiempo se había comenzado a
construir. Estaba ubicada en una parte del pueblo más accesible a
los alumnos y otro pedagogo asumió su puesto en ese lugar.
Sin
embargo en las reuniones de la gente del pueblo en la Iglesia se
comentó mucho ese extraño hecho. Se discutió el asunto y
finalmente la hipótesis más valedera era la que afirmaba que el
maestro había desaparecido por medios sobrenaturales. Avalaba esa
hipótesis, el hecho de que cuando la vieja escuela dejó de
utilizarse, pronto se convirtió en una ruina y la gente comenzó a
decir que en ese lugar vivía el espíritu del maestro. Muchos
habitantes que se dirigían a sus casas y que pasaban asustados en
las noches por allí, dijeron que habían escuchado su voz hablando a
los alumnos, en la tranquila soledad del lugar.
Claro
que nadie del pueblo sabía que el maestro vivía confortablemente en
un departamento de la ciudad. En el trayecto de ida a la casa del
granjero con su amigo, había tomado la determinación de partir
hacia la ciudad, como lo tenía planeado desde hacía tanto tiempo.
Su amigo le había explicado que el motivo de la negativa de la hija
del granjero a sus requerimientos amorosos, era sencillamente porque
mantenía un romance secreto con él. Pero ocurría que a su padre no
le caía bien por ser algo mayor que su hija y además, porque
pensaba que la alejaría de su granja llevándola a vivir al pueblo.
Por ello, el granjero se había opuesto terminantemente a esa
relación.
Luego
de enterarse de esa historia, el maestro comprendió que el granjero
lo había tratado tan bien, porque le gustaba como candidato para su
hija, en lugar de su amigo. Entonces, le dijo que tomaría la
determinación de partir hacia la ciudad a fin de dedicarse a su
vocación de escribir, lo que luego le ratificó a la hija del
granjero en aquella reunión que habían tenido al terminar la
fiesta. A ambos les había comentado que se quedaran tranquilos
porque en ese trayecto de vuelta, se le había ocurrido inventar esa
extraña desaparición.
El
maestro pensaba que con esa misteriosa historia, donde él sería el
protagonista, conformaría la base de su novela y le daría mucho más
trascendencia a su obra literaria. De esa manera, esa trama rodeada
por todas esas leyendas del valle, pasaron a formar parte de su
primer trabajo en su carrera de escritor. De
más está decir que la novela “El maestro desaparecido”
constituyó un best seller desde su misma aparición. Ya va por su
décima edición y ha sido traducida a la mayoría de los idiomas del
mundo. Actualmente el maestro es un escritor renombrado y feliz, que
ya ha editado su séptima novela, envuelto en la pasión por la
literatura.
Mención
de honor 75° Concurso de Narrativa. Resurgir de las palabras.
Instituto
Cultural Latinoamericano.
Junín.
Buenos Aires. Argentina. Mayo 2021