Tenía que hacer tiempo y aproveché
para ir caminando distendido por las calles de Buenos Aires y me paré, cuando
apareció ante mi vista la vidriera de un negocio
de antigüedades. Al principio miré sin mucho interés las cosas
ofrecidas, pero poco a poco, mi imaginación se dejó llevar por la
nostalgia de los años pasados. Podía percibir el aroma que se
desprendía de los viejos muebles, mientras veía una guitarra y un
violín, junto con candelabros y antiguos modelos de relojes de pared
y de pie.
De pronto sentí una sensación de ansiedad e inquietud cuando la vi deslumbrante, apoyada sobre el cristal de una vieja mesita de luz, junto a una cama de barrotes de bronce, desplegando toda su belleza. La conocí en mi infancia, pero luego con el paso del tiempo la perdí de vista y me había olvidado de ella. Pero ahora estaba allí, como si hubiese resucitado, mirándome y idiéndome que la haga mía.
Entonces tomé la decisión de ingresar y señalándola con la cabeza le pregunté al vendedor el precio y en que estado se encontraba. Me mencionó que tenía poco uso y funcionaba perfectamente y al ser el monto razonable, le dije que la compraba. Fue allí que con una duda reflejada en su rostro me contestó que previamente iba a consultar al dueño, porque le parecía que habían recibido un pedido de reserva por ella.
De pronto sentí una sensación de ansiedad e inquietud cuando la vi deslumbrante, apoyada sobre el cristal de una vieja mesita de luz, junto a una cama de barrotes de bronce, desplegando toda su belleza. La conocí en mi infancia, pero luego con el paso del tiempo la perdí de vista y me había olvidado de ella. Pero ahora estaba allí, como si hubiese resucitado, mirándome y idiéndome que la haga mía.
Entonces tomé la decisión de ingresar y señalándola con la cabeza le pregunté al vendedor el precio y en que estado se encontraba. Me mencionó que tenía poco uso y funcionaba perfectamente y al ser el monto razonable, le dije que la compraba. Fue allí que con una duda reflejada en su rostro me contestó que previamente iba a consultar al dueño, porque le parecía que habían recibido un pedido de reserva por ella.
Demoró unos minutos que me parecieron
siglos, durante los cuales me invadieron pensamientos pesimistas,
pero cuando el empleado reapareció detrás del laberinto de muebles,
una pequeña esperanza comenzó a florecer en mi alma. Al llegar
junto a mí esbozó una sonrisa diciéndome que no tenían problemas
para vendérmela y le colocó las pilas para hacérmela escuchar.
Mientras la oía, con mis ojos quería
acariciar su cuero protector y salí del negocio disfrutando de la
compra, con mi corazón latiendo de cariño. Había adquirido una
pequeña radio Spica de origen japonés, que quise tanto cuando era
niño y que en ese momento la recordaba en las manos de mi padre,
cuando en el jardín de nuestra casa, escuchábamos juntos los
partidos de fútbol que los domingos relataba el gordo Muñoz.
Seleccionado
Concurso de Relatos breves.
Incluido en el libro: Recuerdos II.
Letras con Arte. España. Diciembre 2018.
Incluido en el libro: Recuerdos II.
Letras con Arte. España. Diciembre 2018.
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