Estaba perdidamente enamorada de mi jefe, pero ese
amor era imposible. Un día sin percatarse
que lo observaba, se desabrochó la camisa en la oficina y ante mi completa consternación, reemplazó
una batería de su pecho. Fue allí que me descubrió.
― ¿Nunca lo sospechaste?―, me preguntó al verme.
― ¿Nunca lo sospechaste?―, me preguntó al verme.
― No, claro
que no. Nunca pensé que tú también eras un robot como yo ―, le contesté.
Me miró sonriendo, como si mi ignorancia lo divirtiera. Entonces me acerqué hacia él y lo besé.
Me miró sonriendo, como si mi ignorancia lo divirtiera. Entonces me acerqué hacia él y lo besé.
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