Luego de
todo lo sucedido, al despertarse en esa mañana frente al terrible espectáculo
de su mansión incendiada, se sentó tranquilamente sobre el tronco seco de un
árbol, porque ahora sólo le restaba esperar y lo sabía. Recordaba como en la
noche anterior, las llamas de aquel enorme toldo se propagaban rápidamente por toda
la casa. El fuego, aquí o allá, trataba de ser contenido y las escaramuzas se
convertían luego en batallas. Los bomberos en titánica lucha, con sus
autobombas levantaban escaleras que eran como enormes corceles, que habiendo
expuesto los cuellos al enemigo, libraban enfurecidos la batalla.
Pero nada
podían hacer ante el avance avasallante del fuego y veía como las defensas que
enfrentaban al ataque se desplomaban, una a una, hasta que una piedra impactó
en su cabeza en el escondite donde se encontraba, y se despertó del desmayo recién
cuando las sombras comenzaron a ser disipadas por las tenues luces del
amanecer.
Su mente
empezó a recordar aquellos momentos efímeros de felicidad, cuando ella, una
ardiente adolescente y él un próspero comerciante, se amaron con pasión, pero
luego de casarse, ella se convirtió en un ser egoísta y con afán de figurar. Aquel
amor pasional de su juventud, que tanto había embargado su corazón, poco a poco
se fue desgarrando en profundas y lacerantes heridas, hasta que al descubrir
todo aquello no pudo tolerarlo más.
Y
recordó aquella reunión en el parque de la mansión con mujeres vestidas con
atrevidos y pomposos vestidos. En todas partes había sirvientes, levantando ese
gigantesco toldo en lo alto, porque la gran dama había querido dar la fiesta de
esa noche bajo un jardín cubierto. Fue allí, cuando al
enterarse de su infidelidad la mató y
luego, en su desesperación incendió aquel toldo, tratando vanamente de encubrir
el asesinato.
Al poco tiempo,
dos fornidos policías se le acercaron corriendo y gritando: “¡Acá está! … ¡Es
él!”, lo aferraron firmemente, diciéndole
que se ponga de pie. Con sus fuertes manos
apretadas en su nuca ya no devolverían a su presa y se lo llevaron esposado, golpeando su
cabeza de vez en cuando, en tanto él intentaba olvidar todo aquello sin
poder lograrlo. En su mente veía como los siniestros gritos de dolor, el rostro
sin vida de su mujer y el charco de sangre sobre el piso, seguían surgiendo permanentemente
desde las llamas de aquel horrible incendio de la mansión.
Finalista
Certamen literario de Relatos de Fuego.
Incluido en el libro Antología Fuego.
Palabras en Flor.
España. Noviembre 2017.