Cuando el escritor llegó al final de su novela de terror, se
dio cuenta que había descripto a un protagonista honesto y sincero, y que luego
se lo había olvidado en el fragor de esa intrincada historia de sangre y misterio. Entonces, volvió al comienzo de su obra y clavándole su afilada pluma
eliminó al personaje. Por último, ocultó la existencia del cadáver entre las
divagaciones del prólogo y limpió la sangre derramada para que el editor del
libro no lo descubriera.
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